La noche era fría y oscura,
nada rara en Londres, sin embargo parecía que estaba por llegar un fin del
mundo bastante atroz. Se encontraban en la calle Bunkerhill, en la cual una
larga fila de departamentos se pintaba por todo el camino y un poco más allá,
varias casas. Todo en completo silencio, sólo iluminado por el alumbrado
público. Algunas lámparas estaban incluso parpadeando, pero servían igual. Se
veía como ese tipo de calles que no quisieras atravesar de noche, no sólo por
el miedo de ser asaltado, sino por todo imaginario posible e imposible que
pudiera llegar a ocurrir, y realmente, ver a 5 autos completamente iguales, sin
placas de identificación con gente bastante rara abordo, hacía que tampoco
dejaran muchas ganas. Y más aun para los eventos que se estaban sucitando
durante los últimos meses; primero la desaparición de un aclamado premio Nobel
de biología directamente de su casa, la llegada de los extraños individuos al
aeropuerto que ocasionó todo un escándalo, la explosión en la vieja tienda
abandonada donde bastante gente resulto herida, pero afortunadamente, ningún muerto.
Eso y que el Primer Ministro había desaparecido de forma misteriosa. De verdad
que las últimas semanas fueron un completo caos que acabó con la confianza de
gran parte de la población. Y ahora, decenas de vecinos se sentían completamente
aterrorizados ante lo que pensaban sería un ataque terrorista, con llamadas a
la policía sin contestar.
Una vieja observaba desde
su ventana todo el espectáculo de los autos recién llegados, cuando vio a dos
hombres bajar de uno, el que iba al asiento del copiloto sacó algo parecido a
un encendedor y de repente toda la calle quedó completamente a oscuras,
incluidas las casas, junto a la suya. Sólo podía ver siluetas, como 18 personas
bajaron del resto de los autos, caminando y corriendo en parejas a las puertas
de los edificios, entrando pero sin escuchar nada más, como si el mundo hubiera
sido silenciado por completo. La pobre vieja, muerta de miedo, fue a su
habitación por una vieja escopeta que guardaba, esperando solo lo peor. Y ahí
se quedó, sentada frente a la puerta esperando que el momento llegara.
Harry Potter y Ron Weasley estarían
juntos esa noche. El plan era sencillo, despejar edificio por edificio en
completo silencio hasta encontrar la posible localización de Flammer Actecmer y
Hada Delacour, pues según un par de contactos que tenían, les avisaron que los
vieron entrar en los departamentos de la calle Bunkerhill en los días
anteriores, y que al parecer ya habían anidado ahí, así que sin perder ni un
solo minuto, prepararon toda una misión de búsqueda sorpresa para capturarlos o
abatirlos si se daba el caso. Cuando dejaron toda la calle a oscuras, el
momento inició. Ambos fueron al edificio A, entraron y primero despejaron la conserjería,
durmiendo al muggle que estaba cuidando, dejando una pequeña televisión
encendida. Conforme subían, iban abriendo puertas una a una, entrando en las
casas y dejando dormidas a las personas que ahí se encontraban, en completo
silencio, pero sin suerte. Llevaban las monedas que Hermione había diseñado en
Hogwarts para comunicarse, así que supieron que los edificios del B al J
estaban completamente limpios, pues no había rastros de magos viviendo ahí de
ninguna manera. De hecho, lo único peligroso que encontraron, fue a una anciana
apuntando con un arma la puerta, sin embargo la dejaron tan profundamente
dormida que lo único que pensaría es que fue un sueño. Así que sin perder
tiempo pasaron a la siguiente fila, pues aún había 10 potenciales lugares a
revisar. Nuevamente los grupos entraron uno a uno, fue hasta el edificio R, al
que le tocó a la pareja de amigos, que en los últimos departamentos, había un
par de artefactos mágicos que indicaban que había sido residencia de magos en algún
punto no muy lejano, pues estaba limpio, y aun con comida preparada en los
refrigeradores. Así que comenzaron a inspeccionarlo de manera detallada hasta encontrar
algo que pudieran relacionar con que fuera la residencia de Flammer o Hada, y después
de un par de minutos buscando lo encontraron; una foto en la repisa donde
estaban los 4 amigos con sus túnicas del colegio. Harry llamó al resto de
miembros y les dijo que acaban de encontrar la residencia de alguno de ellos,
por lo que era importante que fueran en ese momento sin llamar la atención. Y
así lo hicieron. Uno a uno, entraron en el lugar aun buscando más indicios,
aunque lo único que encontraron fueron libros de magia y muggles bastantes variados,
música y una vieja lámpara de aceite. Al no encontrar a las personas que
buscaban, decidieron salir del lugar, sin embargo Potter se quedó un poco más,
bajo el pretexto de que buscaría algo más y sin cuestionarlo, uno a uno salió.
Cuando se quedó solo, continuó buscando, sin prestar atención a que alguien lo
observaba desde un sillón.
— ¡Ah, el viejo Potter comienza a perder su toque! —Dijo una voz burlona, haciendo que Harry rápidamente sacara la varita y apuntara a donde había venido. Pudo notar al chico que buscaba, sentado sin hacer nada, sólo viéndolo. —Descuida, descuida. Estoy desarmado y no tengo intención de pelear contigo, sólo deseo charlar. —Habló el muchacho, haciendo que el auror se tensara más.
—Flammer Actecmer, debes saber que debo arrestarte o matarte en todo caso. —Dijo Harry tratando de mantener la compostura y queriendo hacer notar que el llevaba las de ganar.
—Vamos, Potter, toma algo con calma. De verdad, sólo quiero conversar contigo y que sepas de una vez por todas a que te enfrentas y que entiendas que lo último que buscamos en una guerra, pues si esta llegara a iniciar, no podrías ganar, ni tú ni nadie, sólo nosotros. —Dijo Flammer, sin perder la calma, apareciendo una botella de vino y dos copas, haciendo flotar una frente a Harry que acababa de tomar asiento, aun contra todo pronóstico.
—Si no quieres iniciar una guerra, ¿por qué el ataque en San Mungo? —Preguntó Harry, quien observaba la copa que Flammer llenó para el.
—Verás; Inicialmente sólo sería un asesinato hacia un viejo enemigo de la Casa Actecmer. Lo hicimos en México hace unos años, pero ese fue el único sobreviviente, por lo cual, al saber que estaba aquí, no perdimos oportunidad, pero has de saber que el ministerio decidió proteger a una familia de asesinos, contra quien Dumbledore prometió ayuda hace años, pero que jamás prestó debido a que aquí se peleaba otra guerra contra Lord Voldemort. —Dijo Flammer bebiendo un poco de su copa. —Fue por eso que fuimos a San Mungo ese día.
—No te creo. Estaban preparados para luchar, y lo sabes bien, si no como explicas que tu amigo Herman sobrevivió a una maldición asesina. —Cuestionó Potter, con una cara algo pálida.
—Vaya, Potter, debo admitir que no eres tan imbécil como creí. Sí, siendo honestos sabíamos que le brindarían protección, por eso decidimos probar un método que investigamos por años. Desde que lo pensamos hasta su aplicación. Y sabes, me sorprende que tu amiga Granger no lo haya pensado antes, o sea, es hija de muggles y durante 11 años se educó como una. No me mal entiendas, no soy prejuicioso, yo fui criado como tal hasta que recibí mi carta a Hogwarts, aun cuando venía de una antigua familia mágica, tal cual como tú. —Dijo Flammer, bebiendo un poco más de vino. —A lo que voy, puede que pienses que somos diferentes, sin embargo no lo somos; Ambos perseguimos nuestros objetivos, claro, soy más ambicioso que tú, pero eso jamás ha sido malo. Por eso he decidido hablarte ahora, si decides seguir persiguiéndonos, sólo acabara en una guerra tan sangrienta y horrible donde valiosa sangre mágica será perdida, y aun más, incluso muggles se verán involucrados, ¿quieres eso? —Terminó de hablar Flammer, observando su copa de vino. Harry se quedó callado unos minutos observando la habitación levantándose.
—No sé quién eres Flammer, incluso he llegado a pensar que eres sólo un horrocrux más de Voldemort, pues eres un ser grotesco y horrible que no merece vivir, y te mataría yo mismo ahora, pero haciéndolo perdería toda oportunidad de conocer más allá de lo grandioso que has hecho por la magia, aun sabiendo que bastante de eso es horrible. —Harry caminó a la puerta, parando un momento. —No estoy seguro de que será lo siguiente que harás, pero ten por seguro que lograré detenerte o en su defecto, morir evitándolo.
—Bien, que así sea; que la muerte acabe con el mago menos hábil, que aquí entre ambos, sabemos quien es. —Flammer sonrió y Harry abandonó el lugar. Unos minutos después, las farolas de la calle volvieron a encender y el joven Actecmer quedó ahí, sentado sin decir una sola palabra, acabando el solo con la botella de vino.
— ¡Bien, Ifrit! Tenías razón. Ahora es cuando te necesito. —Gritó el chico, cuando ya estaba algo ebrio y pasados unos segundos, una enorme nube morada comenzó a ocultar todo.
— ¡Ah, el viejo Potter comienza a perder su toque! —Dijo una voz burlona, haciendo que Harry rápidamente sacara la varita y apuntara a donde había venido. Pudo notar al chico que buscaba, sentado sin hacer nada, sólo viéndolo. —Descuida, descuida. Estoy desarmado y no tengo intención de pelear contigo, sólo deseo charlar. —Habló el muchacho, haciendo que el auror se tensara más.
—Flammer Actecmer, debes saber que debo arrestarte o matarte en todo caso. —Dijo Harry tratando de mantener la compostura y queriendo hacer notar que el llevaba las de ganar.
—Vamos, Potter, toma algo con calma. De verdad, sólo quiero conversar contigo y que sepas de una vez por todas a que te enfrentas y que entiendas que lo último que buscamos en una guerra, pues si esta llegara a iniciar, no podrías ganar, ni tú ni nadie, sólo nosotros. —Dijo Flammer, sin perder la calma, apareciendo una botella de vino y dos copas, haciendo flotar una frente a Harry que acababa de tomar asiento, aun contra todo pronóstico.
—Si no quieres iniciar una guerra, ¿por qué el ataque en San Mungo? —Preguntó Harry, quien observaba la copa que Flammer llenó para el.
—Verás; Inicialmente sólo sería un asesinato hacia un viejo enemigo de la Casa Actecmer. Lo hicimos en México hace unos años, pero ese fue el único sobreviviente, por lo cual, al saber que estaba aquí, no perdimos oportunidad, pero has de saber que el ministerio decidió proteger a una familia de asesinos, contra quien Dumbledore prometió ayuda hace años, pero que jamás prestó debido a que aquí se peleaba otra guerra contra Lord Voldemort. —Dijo Flammer bebiendo un poco de su copa. —Fue por eso que fuimos a San Mungo ese día.
—No te creo. Estaban preparados para luchar, y lo sabes bien, si no como explicas que tu amigo Herman sobrevivió a una maldición asesina. —Cuestionó Potter, con una cara algo pálida.
—Vaya, Potter, debo admitir que no eres tan imbécil como creí. Sí, siendo honestos sabíamos que le brindarían protección, por eso decidimos probar un método que investigamos por años. Desde que lo pensamos hasta su aplicación. Y sabes, me sorprende que tu amiga Granger no lo haya pensado antes, o sea, es hija de muggles y durante 11 años se educó como una. No me mal entiendas, no soy prejuicioso, yo fui criado como tal hasta que recibí mi carta a Hogwarts, aun cuando venía de una antigua familia mágica, tal cual como tú. —Dijo Flammer, bebiendo un poco más de vino. —A lo que voy, puede que pienses que somos diferentes, sin embargo no lo somos; Ambos perseguimos nuestros objetivos, claro, soy más ambicioso que tú, pero eso jamás ha sido malo. Por eso he decidido hablarte ahora, si decides seguir persiguiéndonos, sólo acabara en una guerra tan sangrienta y horrible donde valiosa sangre mágica será perdida, y aun más, incluso muggles se verán involucrados, ¿quieres eso? —Terminó de hablar Flammer, observando su copa de vino. Harry se quedó callado unos minutos observando la habitación levantándose.
—No sé quién eres Flammer, incluso he llegado a pensar que eres sólo un horrocrux más de Voldemort, pues eres un ser grotesco y horrible que no merece vivir, y te mataría yo mismo ahora, pero haciéndolo perdería toda oportunidad de conocer más allá de lo grandioso que has hecho por la magia, aun sabiendo que bastante de eso es horrible. —Harry caminó a la puerta, parando un momento. —No estoy seguro de que será lo siguiente que harás, pero ten por seguro que lograré detenerte o en su defecto, morir evitándolo.
—Bien, que así sea; que la muerte acabe con el mago menos hábil, que aquí entre ambos, sabemos quien es. —Flammer sonrió y Harry abandonó el lugar. Unos minutos después, las farolas de la calle volvieron a encender y el joven Actecmer quedó ahí, sentado sin decir una sola palabra, acabando el solo con la botella de vino.
— ¡Bien, Ifrit! Tenías razón. Ahora es cuando te necesito. —Gritó el chico, cuando ya estaba algo ebrio y pasados unos segundos, una enorme nube morada comenzó a ocultar todo.
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