Durante el
resto del mes de enero estuvimos buscando a aquellos que Flammer llamó como los
olvidados del ministerio con la única
intención de reclutarlos y unirlos a la fuerza. Y aunque no funcionó totalmente como hubiéramos querido, logramos
que entre los cientos de nuevos magos a quienes convencimos de ser parte del
mundo mágico, y sobre todo, a nosotros, destacaran un grupo de 5 personas, 3
mujeres y dos hombres llamados Hoppie Cooper, Larissa McKliken, Sherly Gruttem,
Han Armanstrong, Adriano Itullassa y
Emma Draslow. Todos destacaron en hechizos y las maldiciones que les enseñamos,
sin embargo era cierto que no tenían experiencia alguna en duelos, que serían
derrotados fácilmente y sin dudarlo, por lo que Flammer tuvo que pensar en algo
más. Estaba contento con el número de seguidores olvidados que logramos, a quienes usaríamos como carne de cañón ya
que lo mismo daba matar a alguien con la varita de un novato que con la de
alguien experimentado, solo queríamos que fueran el primer escudo ante los
hechizos. Pero un día, mientras estaban Herman, Hada, Marian y Flammer sentados
desayunando, los ojos de este último se iluminaron como nunca, algo que todos
sabíamos significaban que una idea grande, y que posiblemente saliera mal
ejecutada pero con los resultados esperados como ya antes había pasado cuando
fue el ataque a la Fortaleza Gris.
—Flammer, ¿qué pasa?—Preguntó Herman, quien desde luego conocía a su mejor amigo casi tan bien como Hada. —Esos ojos tuyos no te ayudan nada cuando quieres guardar un secreto. Si no fuera porque eres excelente en oclumancia, te podría leer como un libro.
—Mientras comíamos estaba pensando en que los reclutas nuevos no dan la talla que necesitamos. O sea, está bien tenerlos, podemos aplicar la del ejercito Estadounidense con los negros en Vietman, que sean nuestro escudo humano. Pero aun así es algo insuficiente. Nos ayudará a que entiendan que no tenemos miedo a morir, sin embargo un juego de ajedrez no se gana con puros peones.
— ¿Entonces? —Preguntó Marian, quien había dejado su plato. —¿Qué es aquello que se te ocurrió?
—Bueno, es reclutar a gente que no tiene nada que perder y que aun mejor, tiene lo que necesitamos que es experiencia.
— ¿Planeas ir a uno de esos países del este donde se escondieron muchos mortífagos? —Dijo Hada, con un tono un poco de burla. —
—No, de eso se encargará Bella. Nos funciona más en ese aspecto por ser una desertora del ministerio. Lo que pretendo es diferente. Y para eso ocuparé el máximo de su ayuda. —Flammer se sirvió una copa de whisky y continuó. —Hada y yo seremos encarcelados.
— ¿QUÉ? —Dijeron todos al unísono, mientras Flammer daba un pequeño sorbo a su copa.
—Sí, y será Herman y Marian quienes nos entreguen en una traición espectacular.
La mañana en el ministerio era tranquila, todo iba
con perfecta normalidad hasta que las alarmas comenzaron a sonar. Todos los
magos presentes entraron en pánico. El gobierno mágico, después de la segunda
guerra mágica, instaló dispositivos de seguridad que avisaba cuando un criminal
categorizado como de Máximo Peligro se plantaba inesperada ahí, en cualquier
zona del ministerio, lo cual ayudaba a que se pudiera actuar más rápido. Y esa vez sonó porque Herman DuMort, Marian Targaryan,
Hada Delacour y Flammer Actecmer, los criminales más buscados y peligrosos del
siglo XXI, se habían presentado así de la nada. Sin embargo había algo raro en
ello; estos dos últimos estaban inconscientes, atados de pies y manos, sin
varita y con un cartel pegado en su cuerpo. Todos vieron como Herman y Marian
los dejaban ahí, lanzaban de sus varitas bolas de luz cegadoras y volvían a
desaparecer. Cuando los aurores llegaron, solo encontraron a dos criminales ya
reducidos y sin ser la mayor amenaza. “Solo si se declara públicamente que se
nos dará una amnistía, el señor DuMort y la señorita Targaryan comprometemos a
entregarnos y revelar toda la información que tenemos sobre la estructura de La
Familia”. La noticia se extendió como pólvora por todo el mundo mágico. El profeta
no perdió tiempo para tomar los encabezados, el Wizengamout se reunió a toda
prisa para poder enjuiciar a tan peligrosos criminales, que durante años habían
sido buscados sin éxito. El juicio fue encabezado por la ministra de magia
Hermione Granger, el director del departamento de seguridad mágica, Harry
Potter y el director de la aplicación de ley mágica, Ronald Weasley. —Flammer, ¿qué pasa?—Preguntó Herman, quien desde luego conocía a su mejor amigo casi tan bien como Hada. —Esos ojos tuyos no te ayudan nada cuando quieres guardar un secreto. Si no fuera porque eres excelente en oclumancia, te podría leer como un libro.
—Mientras comíamos estaba pensando en que los reclutas nuevos no dan la talla que necesitamos. O sea, está bien tenerlos, podemos aplicar la del ejercito Estadounidense con los negros en Vietman, que sean nuestro escudo humano. Pero aun así es algo insuficiente. Nos ayudará a que entiendan que no tenemos miedo a morir, sin embargo un juego de ajedrez no se gana con puros peones.
— ¿Entonces? —Preguntó Marian, quien había dejado su plato. —¿Qué es aquello que se te ocurrió?
—Bueno, es reclutar a gente que no tiene nada que perder y que aun mejor, tiene lo que necesitamos que es experiencia.
— ¿Planeas ir a uno de esos países del este donde se escondieron muchos mortífagos? —Dijo Hada, con un tono un poco de burla. —
—No, de eso se encargará Bella. Nos funciona más en ese aspecto por ser una desertora del ministerio. Lo que pretendo es diferente. Y para eso ocuparé el máximo de su ayuda. —Flammer se sirvió una copa de whisky y continuó. —Hada y yo seremos encarcelados.
— ¿QUÉ? —Dijeron todos al unísono, mientras Flammer daba un pequeño sorbo a su copa.
—Sí, y será Herman y Marian quienes nos entreguen en una traición espectacular.
—Audiencia para la correcta aplicación de la ley mágica. Enjuiciados; Flammer Actecmer y Hada Delacour. Suma Inquisidora Hermione Granger. Miembros de la defensa, los mismos acusados. Cargos contra los acusados; Terrorismo contra la población mágica y muggle, romper el Estatuto Internacional del Secreto mientras se encontraba vigente, el asesinato de miembros de la Familia Hiller. Ataque contra el Colegio Hogwarts de Magia y Hechicería. Fomentar una guerrilla en territorio británico e intentar un golpe de Estado en un país externo. ¿Cómo se declaran los acusados?
—Inocentes. —Dijeron Hada y Flammer al mismo tiempo, atados a las sillas y con 4 aurores rodeándolos, en una sala llena de prensa, miembros de la comunidad mágica internacional y locales, a la expectativa de cuál sería la condena que sería aplicada sobre dichos peligrosos delincuentes. —Al menos me considero inocente de lo del golpe de Estado, eso no fue mio, aunque me hubiera gustado. —Dijo Flammer de forma desafiante a la ministro.
—Como pueden apreciar, estimados miembros del Wizengamout, los enjuiciados no muestran símbolos de remordimiento, de cooperación ni de arrepentimiento, por lo que se exige la pena máxima permitida por nuestra recién modificada ley mágica. ¿Quién está a favor de una condena para estos delincuentes? —Todas las manos se levantaron de golpe, mientras los flashes de las cámaras iluminaban todo. —Los enjuiciados serán condenados a cadena perpetua en la prisión de Azakaban, custodiados noche y día por un dementor. ¡Sáquenlos de mi vista! Jamás había sentido tanto repudio y asco por un ser humano como el que siento hacía ellos. —Hermione Granger se levantó y salió de la sala, meintras las cámaras repicaban una y otra vez mientras Flammer y Hada eran sacados por guardias a empujones. Fueron llevados a una sala aparte, donde se les tomo huellas de sus dedos, medidas, nombres y demás datos y posteriormente, usando un translador llegaron al patio de Azkaban. Era una noche lluviosa, el mar estaba a pique y el olor a sal en el aire y a pescado podrido inundaba el ambiente. Ahí se encontraba de pie Pansy Parkinson, quien fungía como la directora de Azakaban. Dio las gracias a los guardias, quienes los dejaron ahí y dieron media vuelta. Enseguida un par de guardias con una A hecha de huesos y una serpiente enrosacada en estos, los empujaron de forma brusca.
—A partir de ahora estarán bajo mi jurisdicción. Aquí no valen nada, pues son la mayor escoria de la sociedad mágica. En esta prisión solo hay dos reglas; número uno, hagan todo lo que dicen los guardias, sin objeción y número dos, cualquier rebeldía se castiga de la forma más brutal posible. Tal vez los dementores ya no sean mayoría aquí, pero gracias a modificaciones de la ley que he logrado, se dejan usar en ciertos reclusos y ustedes tendrán la suerte de convivir con ellos. Ahora —la chica les dio una patada a cada uno, poniéndolos en un pequeño cuarto cerrado. —Quítense ambos la ropa. —Sin decir nada, Flammer y Hada se desvistieron y apenas estuvieron sin ropa, dos enormes chorros de agua helada los golpeó con gran fuerza. Después un polvo blanco salió de la varita de los guardias, dejando la sensación de que la piel les quemaba. Se les dio una túnica gris con el número 11151 para Flammer y 11152 para Hada. —Bienvenidos a Azakaban, tendrán toda una vida para entender el porque es preferible morir a vivir aquí. —Dijo la directora, mientras se alejaba a paso firme, dejando a los recién llegados con los guardias, quienes los guiaron por varios pasillos, separándolos. Flammer fue conducido unos minutos más por la laberíntica prisión hasta que se encontraron un dementor de frente. Fue introducido a su celda, dejando al dementor separado por una pequeña reja.
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