viernes, 9 de septiembre de 2016

Capítulo XLIX: Loza blanca.

[Nota del autor: Este es uno de los capítulos más largos que he escrito, pues de ahora en adelante trataré de que los episodios superen las 2000 palabras, pues para este momento, la historia está a un 50% de terminada. Les pido por favor compartir para que se haga más conocida. 
Como ya se dieron cuenta, soy de Guadalajara, México, así que sí, pongo un toque muy personal a la historia, y si gustan investigar los lugares que dejo en la historia el primero es Glorieta de la Estampida, el segundo Glorieta Minerva y la tercera es un bloque de casas detrás de la Parroquia de la Divina Providencia, o bien, templo del huevo. 
Por último, este sábado 10 de septiembre he cumplido 19 años, así que espero sus regalos, aunque sea comentarios en los capítulos venideros. Ya sin hacer tanto alarde y sin almonedear, disfrutad.] 



El día era nuboso, como cualquier otro en Londres. La ciudad, al igual que cualquier otra gran metrópoli, estaba en un constante movimiento de gente ocupada, turistas y pasantes que estaban haciendo sus actividades diarias, al margen de todo lo que pasaba bajo sus pies, y no era una metáfora, pues en el ministerio de magia, la agitación era rebuscada pues desde el incidente del Castillo Gris había puesto en una situación muy comprometedora al ministerio al demostrar que no tenían capacidad suficiente para atender los problemas que surgían, como el asesinato de decenas de muggles y magos en el mismo lugar, trabajando juntos y la llegada de un loco, mismo que los mató, hablando de igualdad hacía las criaturas mágicas, lo que desde luego, causó agitación desmedida, pues una revuelta de duendes acabó con el asesinato de dos altos miembros de Gringotts y de tres aurores, poniendo en tensiones muy altas a todo el mundo mágico, que incluso para este punto al que ya habíamos llegado, nos parecía imposible que pudiera ocurrir, desde luego, apenas era el principio de la era que cambiaría para siempre el rumbo no sólo de nuestro mundo, también el del muggle y todos, en general.

Por aquellos años, yo acababa de conocer a Flammer, un chico con un talento excepcional para la magia, incluso la escritora Rita Skeeter escribió una columna sobre el en El Pofeta. Dicho recorte lo tengo pues me gusta recordar lo que pensaba la comunidad mágica de él en un momento, lo que pensó luego y en lo que ese pensamiento se convirtió durante los últimos momentos de la guerra.
Flammer Actemcer, ¿Un nuevo Dumbledore o Riddle? Por Rita Skeeter
Recientemente se ha empezado a escuchar de un mago conocido como Flammer Actecmer, descendiente de la antigua familia mágica americana de mismo apellido. Este muchacho, que tiene una loca fascinación por extender los límites mágicos más allá del alcance de cualquier persona que haya vivido jamás, ha demostrado en un par de ocasiones, ser un hechicero muy poderoso, pues hace años, viajó a México donde se cree que acabó con la familia rival los Hillers, para después regresar a Inglaterra, vivir en la clandestinidad y posteriormente ejecutar al único sobreviviente de su matanza en el país americano, atacando por completo el hospital San Mungo, el cual quedó destrozado, donde se vio como una maldición imperdonable golpeó a uno de sus colaboradores, quien se levantó unos momentos después, como si sólo lo hubiera noqueado un par de segundos. No feliz de haberse llevado los reflectores esa tarde, unos días después atacó un complejo muggle donde estaba distribuido el mercado negro, junto a un montón de ex-mortífagos que estaban teniendo tratos ahí. Y como el remate perfecto, usando sus palabras de un populista más, se apareció en el atrio del ministerio mientras los duendes se manifestaban por las medidas bien aplicadas del departamento de seguridad mágica, donde les prometió que si se unían a él, les permitiría portar varitas y acabar con el estatuto internacional del secreto, pero no para asesinar discriminadamente, sino para unir conocimientos. Un discurso que bien parecería una fusión de la retorcida mente de Albus Dumbledore y la locura supremacista de Tom Riddle, mejor conocido como Lord Voldemort. Aun estamos a la expectativa de cuál será su siguiente movimiento, sin embargo la información más reciente que me ha llegado, es que ya cuenta con agentes de todo el ministerio trabajando para él, pasando información confidencial para ejercer sus planes, adelantándose incluso al departamento de misterio, que gracias a este mago, que aunque no ha demostrado un uso de magia tenebrosa desmedida, sí asombró a todos al saber que puede canalizar su magia sin necesidad de una varita, con resultados asombrosamente poderosos y que se cree que ha conseguido la forma de ser inmortal sin tener que recurrir a prácticas inconcebibles. Por el momento no podemos dar una posición respecto a este tema, sin embargo, estoy segura que para bien o mal, este chico de extraordinario talento, con ideas un tanto estúpidas, nos sorprenderá de una manera nunca antes vista.  
Cuando la nota salió publicada en el Profeta, Harry Potter estaba iracundo, incluso trató de hacer que detuvieran a Skeeter, y aunque Hermione Granger no pudo estar más de acuerdo, decidieron no hacerlo pues tenía gran influencias sobre el mundo mágico gracias a sus trabajos, por lo que lo consideraron como una victoria para ella, pues acertó en un par de cosas: Flammer era un mago excepcional con un poder nunca antes visto que aún no era corrompido en su totalidad por la magia tenebrosa, y en segunda, que nos seguiría sorprendiendo. Yo estaba segura que podría sacarle algo de información, pero no sabía cómo encontrarlo así que durante 7 días seguidos, estuve yendo al Pub donde hablamos, sin suerte de verlo, hasta que al día ocho lo pude ver. Estaba entrando, sin ninguna compañía. Me acerqué tratando de ser lo más sigilosa posible, incluso usando hechizos desilusionadores.
—Hola, Black. —Me saludó, antes de que siquiera estuviera en un punto en que el podría sentirme. —Vamos, sé que eres tú, cualquier otra persona que se me acercara ya me habría matado o bien, estarían muertos, pero sé que no lo has hecho porque tienes interés en mí, así que siéntate, acompáñame con una cerveza. —Flammer pidió dos bebidas y me senté a junto a él en la barra, quitando el hechizo.
—No confundas, tengo interés en lo que haces, no en ti.
—Como sea, por algo has venido aquí, esperándome 7 días para verme.
—Espera, ¿cómo lo sabes?
—Por favor, niña. Siendo auror deberías tener mayor conocimiento de que pasa en el mundo. Tengo oídos y ojos por todos lados. Si alguien muere en este momento al otro lado del Canal de la Mancha, lo sabré apenas pase. Si algún mago intenta irse en translador o cruzar tierra u océano hacía otro país, sabré a donde va. Mi poder está creciendo, más de lo que puedes pensar tú y tus amigos del ministerio. Por esa razón te dije que estás en el bando equivocado.
—No, para ti será equivoco, pero para mí es la defensa de lo que creo.
— ¿De lo que crees? —Preguntó el, volteando a verla por primera vez desde que había llegado. —Déjame decirte algo acerca de «lo que crees» En el ministerio de magia creen en si mismos, y sólo eso. Piensan que los que investigamos y forzamos la magia más allá de los límites conocidos hasta hoy, somos magos tenebrosos que buscan desestabilizar el mundo. Está bien si un alumno de Hogwarts intenta ayudar a los elfos domésticos, pues se ve bonito y muy bien, pero si alguien que ha logrado evitar la muerte aun estando en sus garras propone que las criaturas mágicas sean tratadas como iguales y se les permita el uso de una varita mágica, entonces es un lunático completo. Eso es lo que tú crees, porque no has visto más allá de lo que te enseñan en Hogwarts y de lo que te imponen en el ministerio. Soy un creador, un investigador, el mago más grande todos los tiempos, y aun así no veo a nadie hablando de mis logros y avances en pro del conocimiento mágico, pero no importa, ¿sabes por qué? Porque cuando todo esto finalice, yo me levantaré en gloría, como el mayor hechicero jamás habido, el más poderoso de entre todos. Se aproxima una guerra, que el ministerio no podrá ganar. Y aquí, Bella Black, sólo te veo dos futuros. En el primero luchas junto a Harry Potter, muy valientemente, pero caes a manos mías o de mis amigos, o muy lastimosamente, a manos de algún aliado y tu nombre se pierde en la historia, siendo una don nadie. Y en el segundo panorama, te unes a mí, luchas valientemente y triunfamos. Regresas la gloria del apellido Black y te inmortalizas, no sólo en la historia, también físicamente. ¿Recuerdas que te dije que la familia es lo único que importará al final? Pues bien, sigo manteniéndolo, pues en su momento, las grandes familias mágicas serán quienes gobiernen este mundo, y no solo las europeas, las asiáticas, americanas, africanas y oceánicas van a querer su pedazo de pastel y pensarán que lo tienen, pero mientras ellos comen rebanadas, nosotros seremos los dueños de la tienda, ¿me entiendes? —Dijo Flammer, que estaba viéndome a los ojos, bebiendo y fumando. Daba miedo, pero sus palabras por alguna razón no parecían descabelladas.
—Muéstrame. Necesito algo para saber que tomaré el camino correcto y que no terminaré lanzando una maldición por la espalda, o tú a mí. Y quiero algo real, no más palabras. — Le dije, esperando que me contestara que no podía. Sin embargo, dejó la botella en la barra junto a un par de billetes y me hizo la seña de salir. Caminé temerosa, me guio por un par de callejones, tomó de mi brazo y desaparecimos. No sé cuánto tiempo dura esa desagradable sensación, sin embargo, aparecimos en una ciudad que no conocía, completamente diferente a Londres. Las calles estaban razonablemente más sucias y era de noche. Un reloj digital de un espectacular indicaba que eran las 22:45, 6 horas más a donde estaban hace un momento. Los autos seguían circulando y pareciera que nadie se percató de que habían aparecido de repente cerca de un gran edificio, a unos pocos metros de una rotonda coronada por una estampida de caballos de bronce. Flammer tomó del brazo a Bella, caminando unos metros más hasta llegar a otra rotonda, separada de la primera por 250 metros pero ésta mucho más grande, con una imagen de la diosa Minerva sobre una fuente y cientos de agaves en su periferia.
—Bienvenida, Bella, la ciudad de Guadalajara, México, te recibe con cariño, afecto y una lluvia ligera. —Dijo Flammer, observando atento la estatua, iluminada por luces azules y rojas.
— ¿Estamos en México? ¿Pero cómo diablos? —Preguntó Bella, desconcertada y con una completa confusión.
—Verás, he logrado crear un hechizo portal que me permite viajar de un lado a otro. Es como la aparición, con la excepción que esta se basa en principios muggles y no mágicos, razón que me da una gran ventaja sobre ustedes. Pero ahora no es el momento, ya te explicaré. —Dijo Flam, quien paró un taxi y en español le indicó a donde ir. El coche echó a andar durante una media hora, atravesando el centro de la ciudad, que aun cuando era de noche, parecía que no dormía. «Han construido bastantes casinos y lugares para la gente que gusta de la vida nocturna, sin ser vampiros. »Me dijo mientras indicaba al chofer por dónde ir. Pasamos un museo militar junto a un hospital de la misma índole, el auto se metió por un par de calles más hasta que llegamos a una calle desolada, que estaba detrás de un templo. Un terreno completamente vacio que ocupaba toda una cuadra, con hierba tan alta y casas en ruinas que bien sería el escondite perfecto para un asesino en serie.
—Bueno, llegamos. Bienvenida a la Mansión Actecmer. —Dijo Flammer, mirando el predio con gran autosuficiencia.
—Actecmer… Son ruinas, está en completo abandono este lugar.
—Oh, lo siento. Verás, la mansión original no estaba muy lejos de aquí, pero fue destruida en 1992; mientras Hogwarts sufría por los petrificados y un basilisco, Guadalajara enfrentaba una guerra de poderes y ambiciones de familia que acabó con el asesinato de cientos, sino es que de miles de muggles y la casi total aniquilación de la Casa. Pero hace años vine de nuevo junto a Hada, Herman y Marian, encontramos la ubicación de la vieja mansión y estuvimos en ella. No quedaban más que los cimientos, así que me dije a mi mismo que no dejaría que la majestuosidad de la antigua morada de mi familia cayera en el olvido, así que cuando la oportunidad, la mandé a reconstruir. Aunque este no es el predio original, a todos los muggles que vivían aquí, los desplacé a otro lugar. Ninguno preguntó, excepto los que vivían en esa casa. —Apuntó hacía un montón de escombros chamuscados, en una casa pequeña. —Vivían dos viejos ahí, junto a sus dos hijos y su hija. Todos estúpidos y de mal carácter, sobre todo la menor, pero sólo bastó un fuego maldito para acabar con sus estupideces. Así que ahora, la Mansión Actecmer se encuentra en la calle Valentín Gómez Farías, en la colonia olímpica de Guadalajara, Jalisco, México. — Cuando Flammer pronunció la última palabra, sentí un ligero temblor bajo mis pies, y una majestuosa mansión se pintó frente a mí. La fachada estaba hecha de cantera blanca, tenía un gran cercado y un umbral grande, propio de iglesia. Pasamos los límites y un gran jardín, dividido por el sendero de piedra volcánica dejó mi vista por completo sorprendida; era grande como el de la mansión Malfoy, pero en vez de pavorreales blancos, estos eran de color, tenía dos robles ingleses, exactamente a la misma posición uno del otro, con un Pegaso bajo cada uno. La puerta, de nogal negro, tenía en el picaporte una A con una llama por detrás. Me hizo entrar a la casa y el recibido no era menos majestuoso en lo absoluto; con los colores verde y plata, un candelabro de oro puro, dos escaleras, una a cada extremo, nuevamente el escudo de su familia en lo alto y varias armaduras, caminamos por esta habitación hacía una puerta detrás de una escalera, bajamos y tras recorrer varios pasillos, llegamos a una habitación protegida por una magia tan poderosa que se podía sentir a la distancia, sin embargo el dueño de la casa pasó como si nada y yo al ir con él, igual. Toda la belleza de la mansión quedó muerta cuando la habitación contigua se dejó ver; un cuarto de loza blanca que estaba por completo manchado de sangre, con cientos de pedazos de carne por todos lados, criaturas despedazas en frascos y unas enormes mesas de metal donde un gigante había sido sometido y estaba amarrado. Tras una puerta de cristal, había varios artefactos muggles muy avanzados.
—Bienvenida a Inglaterra nuevamente. —Me dijo el chico sonriendo. —Este lugar, es mi mayor logro, si bien, no lo inicié yo, soy quien está culminando las investigaciones que Arthur Delacour inició.
— ¿Arthur Delacour, el mortífago?
—Oh, no, mi linda amiga, te equivocas. No sólo era un partidario de Lord Voldemort, era un genio total. El sabía que hay dos cosas que nos dominan sin importar si eres muggle o mago; los genes y el ADN. Estos se encargan de que puedas vivir y heredar características de tu familia, una sola falla en ellos y todo será diferente; por eso los Weasley son pelirrojos y los Malfoy rubios, los Black de cabello negro y los Potter imbéciles. El sabía que si lograbas llegar al centro del ADN mágico, se podrían hacer grandes cosas, pero murió antes de lograrlo en experimentos, más sí lo hizo genéticamente
—Hada…— Murmuré.
— ¡Exacto! Aunque no adquirió todas las características que se podrían obtener, tiene una de las mejores, que son las alas y un gran poder mágico. Pero aquí, he logrado hacer lo imposible; Herman, por ejemplo, fue el primero en quien lo intentamos. Aislamos los componentes de los gigantes, quitando su principal característica que una piel tan gruesa que es casi impenetrable a la magia, y se lo injertamos. ¿Resultado? La maldición asesina sólo lo lastimó, pero no de seriedad. Yo mismo probé otras maldiciones contra él, y ninguna lo dañó. Con Anne intentamos hacer lo mismo, y aunque en las pruebas salió bien, no sabemos que hechizo usó esa vieja de mierda que la mató, pero incluso después de eso aproveché para no cometer más errores, y en vez de gigantes usamos la sangre de Marian.
— ¿Por qué Marian? —Pregunté, ya con mi mente llena de curiosidad, preguntas y dándome cuenta que los métodos que usaba, aunque no eran de magia tenebrosa, pero sí de uso incorrecto de artefactos muggles y que posiblemente violaba cientos de leyes en el país, no me importó.
—Es algo así como un dragón. No lo sé, jamás he entendido eso de su familia, traté de estudiarlos un tiempo, pero son peores de lo que imaginé; más necios que un supremacista sangre pura y más peligrosos que un bola de fuego chino, y bueno, se entendie, uno de ellos tiene escamas en la espalda. El caso es que gracias a su sangre, logramos poner escamas intradérmicas a dos aliados, que apenas probaremos si sirve como la piel de gigante y si no.
— Vaya, pero, ¿han intentado juntar ambos?
—Sí, pero los resultados son desastrosos. Ese gigante de ahí, está muerto. Intentamos meterle sangre de dragón, pero no funcionó. Murió irremediablemente. —Me contó Flammer. Estuvo un rato más explicando sus experimentos y fue cuando entendí a que se refería en el pub en Londres. Salimos de ahí, y dejamos detrás la mansión. Tomó mi brazo y desaparecimos. Cuando volví a tener visión de donde estábamos, era una mansión en medio del bosque, un poco de estilo más moderno pero igualmente fantástico.
—Te presento la Mansión Hillers, que, según dicta la tradición mágica de México «Cuando un mago cabeza de familia mata a otro cuya enemistad esté declarada ante todos los miembros y estos participen directamente en los conflictos, todos los bienes materiales pasan a ser propiedad del vencedor. » Así que la mansión es mía, su horo también y todo lo que tuvieron. Soy sólo una persona en la familia Actecmer, y aun así me he convertido en la Casa más poderosa del país. —Dijo con autosatisfacción. Yo no dije nada. Estaba sorprendida y ciertamente sin saber que decir. «Vámonos», tomó mi brazo y aparecimos en Londres, nuevamente, a unas calles del Palacio de la Reina. Ya estaba oscuro y las calles más vacías.
— Espero que con esto entiendas el error del ministerio. Soy un hombre de conocimiento y poder, no de magia oscura. —Estaba muda. No sabía qué hacer y mi corazón estaba alterado. Por un lado, había jurado lealtad al ministerio, pero por otra, esto era algo completamente revolucionario. Si se aplicaba esto correctamente…
 — ¿Con esto cualquiera puede ser mago?
—Sí, cualquiera. Desde un muggle hasta un squib. Todos podrían, sin embargo eso sería contraproducente de momento, aunque tengo planeado hacer pruebas con muggles. —Vi sus ojos, con un brillo apagado, sabiendo que estaba satisfecho de su trabajo. Sin pensarlo, me abalanzé y lo besé. El trató de apartarse, sin embargo, cedió y respondió el beso. Una tenue lluvia comenzó a caer cuando me aparté.
—Bien, estoy dentro en ese caso. —Y sin decir nada más, me di media vuelta y desaparecí.
Cuando llegué a casa, tenía la mente revuelta. ¿Qué acababa de hacer? Besé al enemigo número uno del ministerio, siendo yo trabajadora de ahí. Estaba confundida, sin embargo no podía negar que realmente Flammer me resultaba atractivo por su conocimiento y forma de reinventar la magia y el estudio. Me metí a bañar y saliendo, tomé un gran vaso de whisky de fuego. Esa noche, de no haber sido por el alcohol que funcionó mejor que una poción de dormir sin soñar, no lo habría logrado.
 

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