Flammer jamás
perdía una sola oportunidad para poder pavonearse de lo que él llama como «Sus
bebés», quienes fuimos las personas que buscó después del último deseo que
pidió al Ifrit. Aunque si bien, yo no estaba en la lista, de algún modo
logramos congeniar y logramos tenernos confianza después de muchos tropiezos.
Sin embargo, no se podría decir lo mismo de aquellas personas a quienes buscó.
Fue como si hiciera una cacería de brujas, literal. Buscaba a la gente y no le
gustaba los no por respuesta, y aun así muchos se negaron a un principio, ya
después comenzaron a aceptar sin mayor problema, cuando les enseñó su causa, su
visión de cómo debía ser el mundo mágico y por qué se encontraba en esa cruzada
contra «La tiranía de quienes desean que seamos como ellos, que pensemos sólo
en blanco y negro, haciéndonos creer que el blanco es lo único a seguir, que
los grises no existen, cuando son la solución a muchas cosas». Flammer tenía y
tiene, finta de político; sabe cómo hablarle a la gente, puede entablar esa empatía
para que lo sigan, por eso ha logrado tantos seguidores, aún más que los que
logró Voldemort, pues a él lo seguían personas que sabían lo que quería, pero
le tenían miedo, no respeto, por eso su lealtad estaba limitada y cuando lo
veían débil, escapaban, o así nos lo hizo saber Flam, y tenía razón, aun hoy,
cuando Berlín está en ruinas y no tenemos certeza de que pasará, seguimos con él,
pues está decidido a poner su estandarte de ideales reales para que todos los
conozcan, por eso estoy con él. Y aun cuando sé que me han tachado de ser una
simple bruja de magia oscura, yo estoy segura que es otra la realidad. Por
ejemplo, cuando fue a hablar con Xavier Allan, un antiguo compañero nuestro, lo
hizo completamente solo, pues estaba seguro de que si iba con todos sus amigos,
lo sentiría como amenaza, y acertó al ir el solo. Flammer cuenta que cuando
llegó a su casa, parecía que Allan ya lo esperaba desde hacía tiempo.
— Vaya, Xavier. No sé como supiste que vendría. Es verdad, siempre fuiste un excelente mago pero aun así dudo que tengas el tercer ojo tan desarrollado como para que vieras a distancia que acababa de llegar. —Dijo Flammer, sentado en la sala mientras bebía whisky junto a su antiguo compañero de colegio.
—No es necesario ser adivino, amigo. Por ejemplo, tengo cámaras de seguridad en mi casa. Son más útiles de lo que muchos magos creen, que en tu caso, sé que no es así.
— ¿Por qué sabes que no es así?
—Mucho se habla estos días sobre el gran Flammer Actecmer, sobre lo que ha hecho y que es un mago tenebroso más tratando de ser un nuevo Voldemort. Pero yo sé la realidad; un mago sangrelimpia, criado entre muggles hasta llegar a Hogwarts y que jamás olvidó todo lo que sabía, que ha tomado todo lo bueno de la vida sin magia y así ha logrado crear una identidad mestiza tan increíble que incluso para muchos es impensable.
— ¿Para muchos?
—Para muchos, no para todos, no para mí. Aprendí muchas cosas de ti, Flammer, durante el tiempo que estuvimos en Hogwarts, el como destacabas por tus grandiosas habilidades mágicas, el que jamás despreciaste a los muggles y que incluso lograste hacer que en muchas personas, como por ejemplo en Hada, una bruja completamente polarizada a las ideas de usar lo que usan los no magos, puedan comenzar a comprender su estilo de vida y todo aquello que rodea a dos sociedades paralelas que viven metros una de otra.
—Hablas como si admiraras el trabajo que hago, lo que represente y lo que soy.
—No lo admiro, lo respeto. Entendí que eras digno de respeto, de temer y admirar cuando en San Mungo tu amigo no murió cuando le cayó aquella maldición asesina. Sé que tú planeaste todo, que has trabajado en ser inmortal. El mundo mágico sobrevive gracias a personas como tú, que siempre buscan sobresalir, no sólo ser unos perros del ministerio.
— ¿Odias tu trabajo?
—A cada minuto. No tienes idea de la vergüenza es que es tener que estar a las órdenes de Potter, tener que soportar las humillaciones de Black, el que piensen que sólo soy un faldero de todos, que no reconozcan mi talento. Esperaba estar a tu lado, sin embargo desapareciste, y nadie supo de ti. Te dimos por muerto, pero aquí estás, vivo y frente a mí. —Dijo Xavier, cuya mirada infundía la profunda admiración y respeto que sentía por Flammer. —Sin embargo, ahora que estás aquí, sé que buscas gente de confianza y lealtad, pues un ejército de 5 hombres apenas si es un batallón.
— ¿Y yo para qué quisiera un ejército? —Preguntó Flammer, sin perder la calma a un solo momento.
—Porque ninguna ideología entra pacíficamente, porque tus detractores jamás te dejaran en paz y tú no desear doblegarte a sus pies, pero sobre todo, porque ya has iniciado la guerra, y ambos lo sabemos.
— ¿Y cómo sé que serás leal hasta la muerte y que no buscarás sólo tu beneficio?
—Porque tú eres quien me buscó, no yo a ti. Porque sabes que soy una persona de confiar y que entragará sus habilidades hacía un líder digno a seguir, porque eres el mago más poderoso que ha surgido, porque ni siquiera el mismísimo Albus Dumbledore habría podido derrorte aun cuando eres joven. Porque No hay nadie que pueda engañarte. —Dijo Allan, que se había puesto de pie. Flammer también se paró, tomó su brazo y pasó el dedo haciendo una cortada en forma de A. —Una vez dentro, será hasta morir por el paso del tiempo, pues nadie puede matarnos. —Flammer lo observó unos segundos y desapareció.
— Vaya, Xavier. No sé como supiste que vendría. Es verdad, siempre fuiste un excelente mago pero aun así dudo que tengas el tercer ojo tan desarrollado como para que vieras a distancia que acababa de llegar. —Dijo Flammer, sentado en la sala mientras bebía whisky junto a su antiguo compañero de colegio.
—No es necesario ser adivino, amigo. Por ejemplo, tengo cámaras de seguridad en mi casa. Son más útiles de lo que muchos magos creen, que en tu caso, sé que no es así.
— ¿Por qué sabes que no es así?
—Mucho se habla estos días sobre el gran Flammer Actecmer, sobre lo que ha hecho y que es un mago tenebroso más tratando de ser un nuevo Voldemort. Pero yo sé la realidad; un mago sangrelimpia, criado entre muggles hasta llegar a Hogwarts y que jamás olvidó todo lo que sabía, que ha tomado todo lo bueno de la vida sin magia y así ha logrado crear una identidad mestiza tan increíble que incluso para muchos es impensable.
— ¿Para muchos?
—Para muchos, no para todos, no para mí. Aprendí muchas cosas de ti, Flammer, durante el tiempo que estuvimos en Hogwarts, el como destacabas por tus grandiosas habilidades mágicas, el que jamás despreciaste a los muggles y que incluso lograste hacer que en muchas personas, como por ejemplo en Hada, una bruja completamente polarizada a las ideas de usar lo que usan los no magos, puedan comenzar a comprender su estilo de vida y todo aquello que rodea a dos sociedades paralelas que viven metros una de otra.
—Hablas como si admiraras el trabajo que hago, lo que represente y lo que soy.
—No lo admiro, lo respeto. Entendí que eras digno de respeto, de temer y admirar cuando en San Mungo tu amigo no murió cuando le cayó aquella maldición asesina. Sé que tú planeaste todo, que has trabajado en ser inmortal. El mundo mágico sobrevive gracias a personas como tú, que siempre buscan sobresalir, no sólo ser unos perros del ministerio.
— ¿Odias tu trabajo?
—A cada minuto. No tienes idea de la vergüenza es que es tener que estar a las órdenes de Potter, tener que soportar las humillaciones de Black, el que piensen que sólo soy un faldero de todos, que no reconozcan mi talento. Esperaba estar a tu lado, sin embargo desapareciste, y nadie supo de ti. Te dimos por muerto, pero aquí estás, vivo y frente a mí. —Dijo Xavier, cuya mirada infundía la profunda admiración y respeto que sentía por Flammer. —Sin embargo, ahora que estás aquí, sé que buscas gente de confianza y lealtad, pues un ejército de 5 hombres apenas si es un batallón.
— ¿Y yo para qué quisiera un ejército? —Preguntó Flammer, sin perder la calma a un solo momento.
—Porque ninguna ideología entra pacíficamente, porque tus detractores jamás te dejaran en paz y tú no desear doblegarte a sus pies, pero sobre todo, porque ya has iniciado la guerra, y ambos lo sabemos.
— ¿Y cómo sé que serás leal hasta la muerte y que no buscarás sólo tu beneficio?
—Porque tú eres quien me buscó, no yo a ti. Porque sabes que soy una persona de confiar y que entragará sus habilidades hacía un líder digno a seguir, porque eres el mago más poderoso que ha surgido, porque ni siquiera el mismísimo Albus Dumbledore habría podido derrorte aun cuando eres joven. Porque No hay nadie que pueda engañarte. —Dijo Allan, que se había puesto de pie. Flammer también se paró, tomó su brazo y pasó el dedo haciendo una cortada en forma de A. —Una vez dentro, será hasta morir por el paso del tiempo, pues nadie puede matarnos. —Flammer lo observó unos segundos y desapareció.
Flammer apareció
en su departamento, donde Hada esperaba sentada, bebiendo whisky y fumando.
— ¿Y bien, cómo te fue? —Preguntó ella viéndolo.
—Perfecto. Está dentro. Lo único que espero es que los siguientes 14 sean igual de fácil de convencer. Xavier habla como si siempre hubiera estado enamorado de mi magia. Trabaja dentro del ministerio, así que lo usaremos de doble agente.
—Muy bien, Flam. ¿Querrás que me encargue yo de Corman o lo harás tú?
—No, se lo encargaré a Marian. Quiero saber que tanto tacto tiene para estas cosas. Hace tiempo que siento ya no es la misma. Se ha vuelto más sádica y fría. La hemos corrompido. —Dijo Flammer riendo levemente, mientras se servía alcohol y se sentaba.
—Mejor para nosotros. Sabes que le tengo mucha estima a Marian, pero cuando iniciamos siempre dudé de que tuviera lo necesario para llegar hasta donde estamos, pero ahora se que estaba equivocada, o eso quiero creer.
—Marian es alguien en quien confiar, sin contar que usando su sangre tenemos esa gran ventaja de ser casi casi imparables.
— ¿Y que nos falla para ser casi en vez de imparables?
—La mortalidad natural, sin embargo trabajaremos en eso. Tenemos bastante vida, literalmente. Nada puede matarnos. —Dijo Flammer a Hada.
—Eso crees. Es necesario hacer pruebas antes de seguir lanzando ataques. Propongo Hogwarts, sólo como prueba de mercado.
—Me agrada eso, sin embargo Hogwarts aun no está en nuestros objetivos por ahora. Necesitamos encontrar a los perros que secuestraron al ministro muggle y matarlos uno por uno. No dejaré que intenten manchar nuestra fama o que se cuelguen de ella.
— ¿Y la lista?
— ¿Y bien, cómo te fue? —Preguntó ella viéndolo.
—Perfecto. Está dentro. Lo único que espero es que los siguientes 14 sean igual de fácil de convencer. Xavier habla como si siempre hubiera estado enamorado de mi magia. Trabaja dentro del ministerio, así que lo usaremos de doble agente.
—Muy bien, Flam. ¿Querrás que me encargue yo de Corman o lo harás tú?
—No, se lo encargaré a Marian. Quiero saber que tanto tacto tiene para estas cosas. Hace tiempo que siento ya no es la misma. Se ha vuelto más sádica y fría. La hemos corrompido. —Dijo Flammer riendo levemente, mientras se servía alcohol y se sentaba.
—Mejor para nosotros. Sabes que le tengo mucha estima a Marian, pero cuando iniciamos siempre dudé de que tuviera lo necesario para llegar hasta donde estamos, pero ahora se que estaba equivocada, o eso quiero creer.
—Marian es alguien en quien confiar, sin contar que usando su sangre tenemos esa gran ventaja de ser casi casi imparables.
— ¿Y que nos falla para ser casi en vez de imparables?
—La mortalidad natural, sin embargo trabajaremos en eso. Tenemos bastante vida, literalmente. Nada puede matarnos. —Dijo Flammer a Hada.
—Eso crees. Es necesario hacer pruebas antes de seguir lanzando ataques. Propongo Hogwarts, sólo como prueba de mercado.
—Me agrada eso, sin embargo Hogwarts aun no está en nuestros objetivos por ahora. Necesitamos encontrar a los perros que secuestraron al ministro muggle y matarlos uno por uno. No dejaré que intenten manchar nuestra fama o que se cuelguen de ella.
— ¿Y la lista?
—La comosionaré
a Herman, Marian y Anne, ellos sabrán como llevar el asunto.
— ¿Y si no?
—Aquí no hay espacio para los errores. —Dijo el chico, viendo a Hada por el vaso. —De igual manera, si fallan, ellos no tienen idea de que sólo tú y yo sabemos como matarnos. No habrá errores.
—Eso espero. Pero por ahora, hay algo en la habitación que deseo mostrarte. —Dijo Hada, dejando su vaso y botella en la mesa, caminando a la habitación, dejando caer una la blusa, quedando desnuda del torso.
— ¿Y si no?
—Aquí no hay espacio para los errores. —Dijo el chico, viendo a Hada por el vaso. —De igual manera, si fallan, ellos no tienen idea de que sólo tú y yo sabemos como matarnos. No habrá errores.
—Eso espero. Pero por ahora, hay algo en la habitación que deseo mostrarte. —Dijo Hada, dejando su vaso y botella en la mesa, caminando a la habitación, dejando caer una la blusa, quedando desnuda del torso.
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