miércoles, 20 de mayo de 2015

Capítulo XVI: El cuaderno.



Los meses siguientes a septiembre la seguridad del castillo fue reforzada al punto que un 40% de la división de aurores del ministerio de magia estaban en Hogwarts. Esto debido a que fueron avistadas las mismas criaturas que se hicieron ver la primera noche. No se sabía con exactitud que eran, lo que hizo que fueran llamadas provisionalmente Rake, por el hecho de que, cuando se logró capturar uno por el profesor McGinell, se dieron cuenta que contaban con unas 5 garras inmensas dotadas de un filo excepcional, las cuales fueron, en una suposición, las causantes de la muerte de la alumna que se encontró hacía ya unos meses. Las criaturas también fueron clasificadas como XXXXX lo que ocasionó pánico entre las comunidades de padres del alumnado. Como medida precautoria, se les dejó salir de vacaciones de navidad una semana antes, para evitar ataques y hacer que el ministerio pudiera trabajar de manera completa y así expulsar o erradicar la amenaza de Rakes. Esto fue bien visto por todos, menos por Marian que comenzó a quejarse debido a que no tenía muchos deseos de regresar a su casa y menos por esas fechas donde el clima era terriblemente crudo por la caída de constantes nevadas y vientos polares. Flammer por su parte, estaba indiferente. Había mandado una lechuza avisando a sus padres que llegaría a Kingcross en la noche del día siguiente. También les pidió permiso a sus padres para invitar a Grinza y a su hija a cenar con ellos en noche buena.
—Te mandaré una lechuza en cuanto me den la respuesta y si es posible, mañana mismo en Londres te aviso, ¿de acuerdo?
—Vale, Flam. También invita a Marian, la pobre está echando humo de la nariz ante el enojo que le hace saber que deberá ir con sus padres.
—Ya la invité, me dijo que estaba bien, pero hoy recibió una carta donde le prohíben ir con nosotros. Realmente dudo que les haga caso pero la hizo enfurecer.
—Muy bien. Mañana en la estación les comento a mis padres. Estarán encantados de aceptar, siempre están insistiendo en que quieren conocer a todos mis amigos y esto sería una perfecta oportunidad. Aparte, la casa es grande y tendrían donde quedarse.
— ¿Y Herman, también vendrá?
—No lo sé. Digo que su familia es algo tradicionalista por lo que no le comenté, pues supongo tomarán navidad como una fiesta familiar.
—No importa, dile. Tal vez es de otras tradiciones y no tiene inconveniente. —Contestó Hada que caminaba junto a Flammer por los terrenos que en ese momento estaban pintados de un color blanco por la nieve que cayó durante en la madrugada. El frío era insoportable, pero a ambos les relajaba caminar a un lado del lago congelado. Cuando una ventisca comenzó, se vieron forzados a entrar al Gran Comedor a refugiarse del viento y a tomar algo para calentarse. Estando ahí, Flammer habló con Herman sobre pasar las fiestas en su casa a lo que el muchacho contestó de manera alegre y dio una respuesta positiva.
—Por mi familia no tendré problemas. Sí, yo sé que dije que son tradicionalistas pero en un sentido referente a la magia. Prefieren que todo se haga de un modo más místico, ¿me doy a entender?
—Para nada, pero no importa, mientras puedas ir todo está perfecto.
—Claro que podré, ¿pero no se enojarán si llevas a 4 chicos magos a dónde vives?
—No, para nada. Al contrario.
—Bueno, no se diga más. —Contestó Herman llevándose un vaso de jugo de calabaza a la boca.
Al día siguiente, todos bajaron a desayunar de manera ordenada tal y como lo pidió la directora junto a Potter para poder establecer un orden e inspeccionar uno por uno de los alumnos. Cuando llegó el turno de Flammer no pudo evitar sentir cierto desprecio por el muchacho.
—No sé porque odiarme, señor Potter. Supongo que piensa que tengo algo que ver, pero le juro que estoy limpio. ¿Por qué no le pregunta al buen Tomás sobre lo que pasa, o perdió su piedrita? —Dijo Flammer riendo por la referencia hacía Riddle y a la piedra de la resurrección que Hada tenía en su poder. Harry no pudo decir nada por cuestiones del trabajo pero lo miró con ojos de odio puro.
El viaje en tren hasta Londres fue tranquilo acompañado por una nevada que los retrasó una hora. Los cuatro amigos estaban en el mismo compartimiento hablando sobre diversos temas de la escuela. Hada les explicaba que durante su siguiente año deberían escoger un par de materias adicionales entre las cuales no les recomendaba adivinación ni aritmancia, porque a palabras de ella «Son extremadamente aburridas y siendo sincera, no ocuparé números mágicos saliendo de Hogwarts y tampoco creo que las hojas de té y granos de café te digan tu supuesto futuro.» Esto ocasionó una pelea con Tori Black que casualmente iba pasando por ahí y que la alcanzó a escuchar.
—La adivinación es un arte que no cualquiera posee y por lo tanto de los más difíciles.
— ¿Difícil? Lo más complicado de ahí es aprender a fingir el leer la mano y a asustarte cada que vez «la muerte» de alguien.
—Estás mal, chica. Es una verdadera odisea lograr aprender los artes de adivinar y predecir el futuro.
—Tiene más grado de dificultad quitar el sujetador con un a mano mientras te desabotonas la falda con la otra que aprender a decir chorradas al aire y que alguien las crea para él. —Remató Hada lo que hizo que Tori sufriera un ataque de enojo contra ella por tal repudio a la adivinación que en un arrebato de ira sacó su varita apuntándola a la cara. Sophia hizo lo propio con la suya quedando apuntando una a la otra hasta que Flammer se levantó.
—Muy bien, chicas. Es suficiente. No vale la pena que las expulsen por idioteces sobre quien tiene razón. —Dijo poniéndose entre las dos para que se calmaran, lo cual tuvo efecto. Tori se dio media vuelta arrojando su cabello de lado y saliendo del compartimiento. El resto del viaje siguió normal excepto por un momento en el que el tren tuvo que detenerse para ser inspeccionado por aurores en el cual nada pasó. Cuando llegaron a Kingcross los padres de Flammer ya estaban ahí esperándolo.
—Hola. Miren, les presento a mis amigos: Ella es Hada, ya la conocían. Él es Herman y ella Marian. —Dijo Flam a sus papás presentando  sus amigos quienes saludaron cordialmente y con alegría. —Me preguntaba… ¿creen que pueden pasar navidad con nosotros? Marian vive en Irlanda del Norte y ya tiene permiso y Herman dice que por sus padres no hay problema.
—Claro, hijo. Sólo quiero hablar antes con los padres de Herman, ¿están aquí? —Preguntó la mamá de Flam con una ligera sonrisa haciendo que Herm titubeara un poco.
—Emm… sí, claro… Mire, ahí están. —Dijo señalando a un hombre de espalda recta que iba vestido con una túnica de gala negra con esmeralda y a una mujer rubia con nariz fina vestida con un sencillo vestido. — ¡Mamá, papá! Hola. Les presento a…
—Flammer, Hada y Marian. Sí, hijo, lo supongo. Nos has hablado de ellos. En fin, vamos a casa. —Dijo su padre interrumpiéndolo y cortando la conversación.
—Espera, padre. Quería preguntar… ¿puedo pasar las fiestas decembrinas en casa de Flam?
—Claro. ¿Cuándo te vas?
—Bueno, señor. Esperaba que viniera el día 24 pero puede estar desde hoy con nosotros. Sólo faltan 2 días para el 25. —Contestó la mamá de Flammer quien intentó salir a la defensa de una conversación que mostraba ser tensa desde un principio.
—De acuerdo. Vámonos, querida. Adiós, hijo.
—Adiós, padre. —Contestó Herman mientras veía que sus padres daban media vuelta y se alejaban. —Bueno, problema resulto. —Dijo el muchacho.
Los días a la víspera de navidad fueron tranquilos. La casa de Flam era grande y espaciosa de modo que todos tenían un cuarto para cada uno, sin embargo decidieron que podrían dormir los 4 en dos cuartos; Flam y Herman compartían uno y Hada y Marian estaban en otro. Pasaron los días divirtiéndose en el jardín que se llenó de nieve durante las tardes y en las noches cenaban después de bañarse y platicaban hasta las altas horas de la madrugada con sus padres sobre lo que hacían los muggles contándoles noticias de interés de antaño y recientes.
El día 25 de diciembre llegó tan rápido que apenas si creían que estaban divirtiéndose tanto. En la mañana, al abrir los regalos, comenzaron a conversar mientras desenvolvían uno a uno. Flam recibió un par de pantalones nuevos, repuestos de ingredientes de pociones, una computadora y un libro sobre software. Todos quedaron confundidos ante semejante obsequios, pues no entendían en que le podrían servir a un mago dichos conocimientos. «Saben  que me gusta saber de todo, y creo que un par de cosas no mágicas jamás están de más.» fue su respuesta. Herman, por su parte, recibió dos libros nuevos sobre hechizos de defensa y defensa avanzada, un paquete de ranas de chocolate y un bolígrafo bastante elegante con su nombre grabado (por parte de Flam) «Es como el que uso. No necesitas remojar en tinta a cada momento» De hecho todos recibieron uno por parte de la misma persona. Marian sólo tuvo regalos de sus amigos quienes sabían que debían hacerla sentir bien; le dieron libros sobre dragones y sus habilidades mágicas y  de combate (lo cual la hizo reír), el bolígrafo, un reloj de arena que iba contra la gravedad y un paquete ranas de chocolate. Hada obtuvo una túnica nueva color esmeralda pálido, su bolígrafo con un detalle especial; tenía un dedo índice apuntando a su nombre, un libro sobre la pureza de la sangre y un frasco de sangre purpura de dragón que brillaba en la oscuridad. Sin embargo también obtuvo algo que nadie de los presentes ahí le había regalado: Envuelto en papel gris estaba un viejo cuaderno con las hojas amarillas por el tiempo y con olor a humedad. Cuando lo revisó vio que estaba lleno de viejos apuntes y de detalles sobre el cuerpo humano similar al de anatomía que Flammer le mostró antes de entrar, con la excepción de que aparte de los humanos, también estaban plasmados sobre otras criaturas mágicas como unicornios, pegasos, dragones, centauros, thestral entre otras, junto a apuntes de que sale de la mezcla de cada uno, si se pueden unir y más cosas que les parecieron bastante interesantes, así como útiles y peligrosas. La nota que venía adjunta sólo decía «Cuando el tiempo suficiente llegue, podrás hacer uso de mí, como ya lo hizo tu anterior» Sin lograr entender esto del todo, decidió guardar el cuaderno junto a la piedra y no sacarlo de nuevo hasta que un día, del año 2020 entendió a lo que se refería esa nota y también por qué Flamer Actecmer se esforzó tanto en aprender ciertas ramas del conocimiento muggle.

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