jueves, 14 de mayo de 2015

Capítulo XV: Sangre de dragón.



Durante los días siguientes al duelo en la cámara secreta, las relaciones entre Hada y Flammer se tensaron bastante. No podían verse uno al otro a la cara sin comenzar a explotar, eso secundado de que Sophia estaba tan llena de tareas y Flam tan mal en Herbología que durante la práctica con mandrágoras le quitaron 20 puntos a Slytherin porque al trasplantar la planta esta murió, lo cual lo tenía terriblemente estresado con todo y a todos. Esto ocasionó que Herman y Marian se distanciaran de ellos un tiempo; querían que las cosas se calmaran porque eso les interrumpía todos los planes que desarrollaron. Hada con su orgullo no iba a disculparse y Flammer con su estrés y rencor sólo empeoraría las cosas si se acerca a la chica de Ravenclaw.

El día 16 de septiembre, Herman se levantó temprano, como acostumbraba desde hacía ya una semana. Se bañó y alistó para salir de la sala antes de toparse con Hada. Tenía acordado verse con Marian a las 8 en el gran comedor para después ir a clase de encantamientos que compartían (Flammer no les importaba mucho, se comenzó a sentar solo). Atravesó todo el castillo, lo cual fue una odisea completa, pues estaban cerrados varios pasillos donde los aurores e inefables trabajaban para averiguar sobre la muerte de la chica. Al llegar se sentó en la mesa de su casa y al poco tiempo llegó su amiga y le hizo compañía.
—Buenos días, ¿cómo amaneces? ¿Planes para hoy? —Le dijo Herman saludando a la chica con un beso en la mejilla.
—Buenos días. Bien, gracias. Y no, no tengo planes más que ir a clases, lo normal. Necesito mejores notas que las del curso pasado si quiero salir bien del colegio.
—Comprendo. Y hablando de salir del colegio, ¿a qué te dedicarás?
—Bueno, siempre me han interesado las criaturas mágicas, en especial los dragones, supongo que entraré a trabajar en un criadero de dragones.
— ¿Criadero de dragones? Hasta donde yo sé en Inglaterra ni en todo el Reino Unido hay alguno.
—Lo sé, por eso quiero ir a Rumania o a Croacia. Ahí hay grandes poblaciones. En Noruega también pero supongo que eso sería después.
— ¡Vaya! No conocía a ninguna chica que le interesaran tanto los dracos como para querer ir a trabajar con ellos.
—Ya te digo. Y tú, ¿qué harás saliendo?
—Bueno, desde hace un par de meses comenté eso con Flam y ambos estamos de acuerdo que saliendo viajaremos por el mundo. Él quiere conocer el país donde nació y yo sus prácticas mágicas. Después puede que seamos aurores y vayamos a trabajar a Rusia.
— ¿Rusia? ¿Qué tiene de bueno ese país?
—Realmente nada… sólo que el trabajo es bien remunerado, respetado y debo admitir que sería interesante conocer donde nació el mago más tenebroso que existió en ese país.
—Soy yo ¿o a ti te interesa la magia tenebrosa?
—La segunda, y no por querer practicarla, es muy interesante y complicada. Puedes realizar hechizos sumamente avanzados en la hechicería general, pero sólo una persona verdadera comprometida con las artes oscuras puede realizar lo más avanzado.
—Eres un poco tenebroso, más que Hada.
—No, ella me gana. Según los de mi casa, sabe más maldiciones que los de 7mo… Pero cambiemos de tema. ¿A ti por qué te gustan los dragones? —Preguntó Herman quien comenzaba a ponerse nervioso por la anterior conversación.
—Bueno, es un tema complicado… No sé si deba contarlo. La gente…
—Buenos días, chicos. —Interrumpió Hada, quien se sentó a un lado de Marian. —… ¿Interrumpí algo?
—No, no. Para nada. Ya estaba por irme a mi mesa. —Contestó Marian, levantándose rápidamente y yéndose a sentar a un lado de Flammer quien se sorprendió de verla aparecer tan de repente.
—Soy yo ¿o a Marian le pasa algo? —Preguntó Hada a Herman.
—No lo sé… desde que la vimos hablar parsel la veo un poco más fría. ¿Crees que esté bien?
—No lo sé… pero debemos averiguar que es.
—Yo preferiría que ella misma nos lo diga. Siento que aún no siente la confianza necesaria para hablar con nosotros.

Los siguientes días Marian comenzó a sentirse débil y enfermiza, sus amigos y compañeros lo notaron pero nadie dijo nada sin contar que ella se reusó a ir a la enfermería cuando el profesor Slughorn le comentó sobre su estado. «Es una simple cuestión hormonal, como le dicen los muggles.» le contestó ella para tratar de zafarse de la incomodidad que estaba haciéndole pasar, lo cual no le sirvió del todo. —No sé mucho de muggles, pero a ellos el cabello sólo les cambia el cabello a color blanco cuando se hacen ancianos, tal y como a nosotros. —
El sábado siguiente Marian decidió salir a dar un pequeño paseo ella sola a media noche arriesgándose de manera exponencial a ser castigada de manera severa por las estrictas reglas que acaban de ser impuestas en el castillo por la muerte de la estudiante. Caminó durante un par de minutos hasta llegar al lago donde, descalza, se metió para sentir el agua helada en sus pies. No pasó mucho tiempo hasta que comenzó a sentirse aún peor de lo que ya lo había hecho. Se dirigió al bosque prohibido para evitar ser vista si llegaba a ponerse más mal. Estando ahí, se reflejó en un charco de agua y notó que su cabello comenzaba a tomar un color blanco brilloso. «Carajo» dijo a si misma tumbándose en el suelo tras sentir una fuerte punzada y un dolor de cabeza impresionante. Estaba acostada en el pasto cuando sintió un frío anormal en el ambiente. Ella estaba segura que el bosque era un lugar con temperaturas bajas, pero tampoco helaba ahí. Levantó un poco lo vista y observó que las mismas criaturas que aparecieron la primera noche estaban viéndola y acercándose. Se levantó con bastante esfuerzo y sacó la varita. No tenía la menor idea de que rayos eran y como enfrentarlas pero comenzó a lanzar hechizos hacía esas cosas tratando de alejarlas. Estas sólo desviaron ataque tras ataque para después abalanzarse en su contra mostrando un par de uñas enormes y afiladas que cortaron un pedazo de árbol tal cual lo haría un cuchillo en mantequilla. Marian, asustada, caminó un poco tratando de alejarse pero estaba rodeada de estas criaturas. Sin saber qué hacer y muerta de miedo, cayó al suelo en cuclillas. Las cosas estas se aceraron más y más hasta que se escuchó una explosión ahogada y una gran llamarada fue expulsada de la boca de la joven reemplazando el grito que trató de hacer. Las criaturas negras que se acercaron rápidamente se alejaron y desaparecieron en la lejanía del bosque. —Mierda… Debo hablar con Hada y los demás. —Dijo después de ver lo que había pasado. Se fue corriendo de ahí hasta regresar a la sala común de Slytherin, donde observó a Flammer despierto a un lado de la chimenea leyendo el libro que le dieron en su cumpleaños.
—Flam, ¿qué haces despierto a esta hora?
 —Estaba leyendo, necesito saber un poco más de… Espera, ¿tú que hacías fuera de la sala?
—Bueno… Es algo que mañana les debo contar a los tres. ¿De acuerdo?
— ¿Y por qué? Sabes que no quiero hablar con Hada hasta que se disculpe por lo de la serpiente.
—No seas tonto, ella no lo hará. Es demasiado orgullosa como para pedir una disculpa, aparte tú hiciste algo que tampoco debías y más peligroso, así que discúlpate.
—No, no lo haré.
—No, sí lo harás, ¿sabes por qué? Porque si lo haces te contaré un secreto que estoy segura te interesará muchísimo.
— ¿Y qué es?
—Hasta que no pidas perdón no te diré nada. —Dijo Marian y después de un par de segundos de silenció el muchacho respondió.
— De acuerdo, le pediré perdón.
—Muy bien, entonces, hasta mañana.

Por la mañana del sábado, estando en el Gran Comedor, Marian llevó a Flammer a la mesa de Ravenclaw donde ya estaban Herman y Hada.
—Buenos días, chicos.
—Hola, Marian. Hola, fallido intento de homicida. —Dijo Sophia en un tono sarcástico. Flammer torció un poco la boca y Marian, al ver esto, le pellizcó la mano por debajo de la mano.
—Hada… Quería disculparme por lo que pasó la otra vez en la cámara de los secretos. No debí hacerlo, sin contar que fue irresponsable. —Dijo Flam con la mirada clava en la madera.
—Bueno… Tardaste demasiado en hacerlo… pero acepto tus disculpas sólo porque eres el único que puede hacerme frente… No se ofendan, chicos, pero es la verdad. —Dijo Hada riendo un poco.
— ¡Qué bellos! Se disculpan para volver a pelear, esos son amigos, ¿por qué lo son, verdad? —Dijo Herman haciendo que Hada lo volteara a ver de manera despectiva.
—Sí, una muy bella amistad…
—Bueno, ¡ya! Necesito contarles algo… Pero no aquí. ¿Les parece si vamos a nuestro «cuartel»?
— ¿Cuartel?... ¡Oh, cierto! Sí, me parece bien. —Dijo Flammer.
—Buenos, los veo allá. —Dijo Marian quien se regresó a la mesa de Slytherin junto a Flammer.
Cuando todos estuvieron en la cámara, aparecieron un par de sillas y se sentaron para comenzar a charlar.
—Bueno, ¿qué es lo que tenías que decirnos? —Preguntó Hada.
—Verán… Es un poco difícil pero me han demostrado ser buenos amigos así que ahí va… En mi familia estamos muy apegados a la magia nórdica… Y bueno… de cierta manera soy un reptil…—Dijo Marian con la cabeza baja.
— ¿Qué eres un qué? —Preguntó Flammer desconcertado.
—Un reptil… Bueno, un dragón para ser más concretos.
—Claro… ¿Cómo lo sabes?
—Bueno… Hoy en la noche salí a caminar un poco y estando en el bosque prohibido aparecieron muchas de esas cosas que atacaron a los maestros el primer día. Entonces me asusté, caí al suelo y los alejé soltando una llamarada…
—De acuerdo…—Dijo Hada con extrañeza en tono. — ¿Crees que puedas hacerlo ahora?
—No lo sé, pero por eso mi apariencia a estado cambiando…
—Marian, ¿podrías contarnos sobre tu familia? —Dijo Herman quien tenía la mirada fija en el fondo de la cámara como si pensara en algo.
—Bueno… Soy de Irlanda del Norte, pero mi familia viene de Noruega. Somos parte de la segunda familia más importante en nuestra comunidad. Mi padre se llama Duncan Kaiser y mi madre Evelyn Targaryen. Mi padre dijo que sería mejor llevar el apellido de mamá porque cuando nacimos estábamos teniendo problemas con otras comunidades y era para evitar que nos reconocieran. Un día, cuando yo tenía 9 años salí con mi madre al bosque y encontramos a unos cazadores. Mi mamá los escuchó mientras se acercaban  y rápidamente se transformó en un dragón escarlata para protegerme. Cuando llegaron pensaron que me estaba atacando y comenzaron a atacarla… Yo corrí asustada a la comunidad y alerté a mi padre, que es el jefe militar. Ellos fueron a buscarla. Pasaron los días y regresaron con las manos vacías… Mi padre, desde entonces, comenzó a ser más estricto con nosotros haciéndonos entrenar más y más aunque estuviéramos muertos de cansancio. Durante dos años noté como papá se hacía peor cada vez hasta que recibí mi carta. Mi padre se negaba a dejarme venir porque aún no tenía manifestaciones de ser un dragón porque esperaba que yo fuera quien le diera sucesión. Mi relación con papá cayó en su peor momento y rompimos lazos afectivos.  En esos momentos me fui a Inglaterra a vivir con su hermano. Al acabar el primer año regresé, pero comenzó a tratarnos peor y a ser mucho más exigente hasta discutí con él sobre porque esos tratos. Me dijo que no era su hija, porque era imposible que con 11 años yo no mostrara señales ni manifestación alguna de lo que mi madre, él y todos eran. Que mis hermanos no tardaron tanto. Yo me enojé muchísimo y traté de golpearlo, pero bueno… es más rápido y fuerte que yo; me sujetó por el brazo y me dio una bofetada que me hizo la cicatriz que tengo. —Terminó de contar Marian dejando a todos con la boca callada durante poco más de un minuto.
—Es interesante… ¿Por eso hablas parsel? —Preguntó Flammer.
—Supongo… Nadie en mi familia lo hace. Yo lo averigüé a los 6 años cuando me hice amiga de una serpiente de agua.
— ¿Y lo que pasó en el bosque durante la noche es una manifestación?
—Sí, al igual que el malestar corporal que siento últimamente.
—Marian, ¿cómo dices que se llama tu papá? —Preguntó Herman con una mirada profunda, como si estuviera analizando palabra por palabra.
—Duncan Kaiser, ¿por qué?
— ¡Qué les parece, chicos! Tenemos de amiga a alguien que desciende de una de las familias mágicas nórdicas que se creían extintas desde el siglo XVI.
— ¿Por qué lo dices? —Preguntó Hada.
—Bueno; los magos con apellido Kaiser fueron perseguidos por otras comunidades de magos debido al miedo que sentían hacía su condición de dragones. Decidieron esconderse en los bosques helados donde no serían encontrados. Se creía que estaban extintos, pero no. ¡Ahora entiendo porque llevas el apellido de tu madre! Sólo algunos pocos siguen portando ese apellido según investigaciones recientes. —Dijo Herman quien se levantó de la silla.
—Bueno, no lo sé. Mi padre jamás habla de su familia…
—Es por eso, tú misma lo dijiste « Mi padre dijo que sería mejor llevar el apellido de mamá porque cuando nacimos estábamos teniendo problemas con otras comunidades y era para evitar que nos reconocieran.» Es lo más lógico, ¿no?
—Debo admitir que en eso tienes razón, Herman…
— ¡Vaya! Que interesante se vuelven las cosas; tenemos a la hija de un mortífago cuyo apellido está divido en dos partes, el único miembro de la familia mágica más antigua del México Colonial e independiente y a una de las herederas de los Kaiser… ¿Me pregunto que seré yo? —Dijo Herman con ironía.
—Bueno, yo sé que eres un imbécil pero me has dejado con la duda… ¿por qué no nos cuentas de tu familia Her? —Dijo Hada.
—Tal vez luego, ahora lo que quiero es practicar un poco. Me han dejado atrás y quiero estar a su nivel.
—Eso será difícil, pero no imposible. Estoy de acuerdo con Her. —Dijo Flammer. —Pero esta vez no se valen ataques mortales de ningún tipo. —Remató y todos echaron a reír.

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