Muchos años
después, frente a los campos de guerra urbanos en que se había convertido Berlín,
Flammer Actecmer, o como él se hacía llamar ya desde un tiempo, Lord Actecmer,
habría de recordar la tarde de su vigésimo cumpleaños. Era una preciosa tarde
de verano. Se encontraba con su novia Hada Delacour, con sus amigas Marian
Targaryan y Anne Torres de Triskthan y por supuesto, con su mejor amigo, Herman
DuMort. Sin embargo, aun cuando tenían bastante oro como para poder comprar su
propia isla caribeña (en lo que sí habían pensado) estaban en uno de los tantos
bosques de Irlanda. Llevaban ahí desde hacía 3 años. En cuanto regresaron de su
aventura en México, donde hicieron una masacre hacía la familia Hillers, que a
palabras de Flammer «Aun cuando las cucarachas viven sin cabeza o bajo la
radiación, necesitan otros de su misma especie para sobrevivir» por lo que ya
lo daban por muerto, o bien, aniquilada y dada por erradicada, los 5 amigos
habían decidido desaparecer del mapa por un tiempo. Ellos estaban conscientes
que se les había dado por muertos, por lo que decidieron que eso siguiera así,
sin embargo, el vivir aislados no lo hicieron en balde, pues estando lejos de
las regulaciones del ministerio de magia, lograron perfeccionar sus habilidades
por completo; Flammer se había convertido en un duelista excepcional, un
experto en la magia oscura, sin embargo también en la creación de hechizos y
maldiciones, lo que lo convertía aun en más peligro de lo que ya era. Hada
logró desarrollar por completo su complexión que le hacía honor a su nombre,
sus alas ya no eran frágiles y débiles, ahora eran tan poderosas que podían
crear un escudo tan eficaz contra todo tipo de maldición, fuese común o
imperdonable, que era mejor que todo tipo de hechizo de protección, incluso que
los creados por Flammer. Una duelista igual de hábil que su novio, pero igual o
más cruel. Marian por su parte, había roto todo lazo con su familia, excepto
uno, aquel que llevaba en lo profundo de su ser y que había tratado de ocultar,
pero que al final demostró que la sangre siempre gana. Era todo un dragón en su
corazón, sin nada que envidiarle a un colacuerno o a un bola de fuego de chino,
al contrario, podía crear llamaradas de varios metros de altura, sus ojos
habían cambiado por completo, pues esos lindos ojos de chica asustada y tímida
que mantenía durante sus estadía en Hogwarts eran ahora un par de perlas de
dragón, amarillos y tan profundos que a todos les costaba mantener su mirada,
pues si bien, jamás fue una buena oclumancista o legeremancista, con sus ojos
lograba penetrar tan profundo en la mente de sus enemigos, que era mucho más
eficiente que una pócima de la verdad, o que la tortura, como opinaba Flammer.
Herman estaba completamente avanzado en el uso de la magia sin varita y en la
creación de hechizos cada vez más complicados, había logrado entender y
perfeccionar el idioma pársel y el dominio del miedo al estar frente a los
dementores. La alquimia también se le estaba dando bien, pues estaba seguro que
podría encontrar una forma de vencer a la muerte, de obtener inmortalidad sin
depender de nada, aun cuando no lo había conseguido. Anne, si bien ya era una
excelente bruja, en esos tres años que tuvo para dejar toda su vida atrás y
aventurarse con los 4 amigos, aprendió un poco de todo; su crueldad subió como
la espuma, a la par de sus habilidades de duelo y de toma de decisiones, aprendió
el arte de las pociones avanzadas y malignas y dejó de inhibirse ante la magia
oscura, al grado de haber logrado crear su primer inferí con el cadáver de un
niño que se perdió en el bosque. Todo había cambiado, pero a la vez estaba tan
igual. Era la mañana del 27 de agosto de 2019, acababan de despertar como si
fuera un día común. Dieron un par de felicitaciones a Flammer, que acababa de
cumplir 20 años. Desayunaron, se bañaron y vistieron.
—Sabes, Flammer. —Dijo Hada, quien lo había acompañado a cazar un ciervo— Hace años no vamos a Londres, y hoy, por ser un día especial, creo que es hora de salir de nuestro escondite.
—Te equivocas, Hada, no nos escondemos, sólo vivimos a nuestro modo, es más sencillo todo así.
—Bueno, sí así quieres verlo, está bien, pero lo he platicado con los demás, ¿sabes? Y todos concordamos que hoy, quieras o no, iremos a Londres, a uno de esos cafés muggles que tanto te gustan, o bien, a algún bar a beber un poco, hace mucho que no tomamos alcohol de verdad. Tenemos el dinero y la edad, ¿por qué no hacerlo?
—Porque todos creen que estamos muertos, y debemos hacer que así siga.
—Flam, Flam, ¿cuándo entenderás? ¿Sabes cuál es la mayor arma de todas? El miedo. Cuando Lord Voldemort regresó, después de que todos pensaron que había muerto, metió mayor temor que antes. Así debemos hacerlo nosotros. Todos saben el caos que hiciemos en Guadalajara al acabar con los Hillers, sin embargo, ahora piensan que también morimos, pero, ¿y si hacemos una entrada triunfal, demostrando que jamás podrán deshacerse de nosotros? ¡Será fantástico! —Dijo Hada, haciendo ver a Flammer que ella estaba en lo correcto.
—Entonces… ¿Café o alcohol? —Preguntó Flam, riendo y besando a su novia.
—Sabes, Flammer. —Dijo Hada, quien lo había acompañado a cazar un ciervo— Hace años no vamos a Londres, y hoy, por ser un día especial, creo que es hora de salir de nuestro escondite.
—Te equivocas, Hada, no nos escondemos, sólo vivimos a nuestro modo, es más sencillo todo así.
—Bueno, sí así quieres verlo, está bien, pero lo he platicado con los demás, ¿sabes? Y todos concordamos que hoy, quieras o no, iremos a Londres, a uno de esos cafés muggles que tanto te gustan, o bien, a algún bar a beber un poco, hace mucho que no tomamos alcohol de verdad. Tenemos el dinero y la edad, ¿por qué no hacerlo?
—Porque todos creen que estamos muertos, y debemos hacer que así siga.
—Flam, Flam, ¿cuándo entenderás? ¿Sabes cuál es la mayor arma de todas? El miedo. Cuando Lord Voldemort regresó, después de que todos pensaron que había muerto, metió mayor temor que antes. Así debemos hacerlo nosotros. Todos saben el caos que hiciemos en Guadalajara al acabar con los Hillers, sin embargo, ahora piensan que también morimos, pero, ¿y si hacemos una entrada triunfal, demostrando que jamás podrán deshacerse de nosotros? ¡Será fantástico! —Dijo Hada, haciendo ver a Flammer que ella estaba en lo correcto.
—Entonces… ¿Café o alcohol? —Preguntó Flam, riendo y besando a su novia.
Cuando dieron las
16:30 horas del día 27 de agosto, los 5 chicos estaban riendo, bebiendo,
fumando y disfrutando de la cálida tarde de verano. La música del lugar al que
habían ido agradaba a todos, si bien ya estaban algo ebrios, aún permanecían tan
conscientes como para entender todo lo que sucedía a su alrededor. El pub tenía
varias mesillas afuera, en un andador bastante concurrido y perfecto para una
cita casual o simplemente pasar la tarde. Estaban fuera, desde luego, por las
estrictas leyes antitabaco que prohibía el consumo de este producto dentro de
establecimientos. Mientras bebían y hablaban de lo que proseguiría ahora,
notaron como una chica a lo lejos mantenía una acalorada discusión con otro
sujeto, ambos sentados en una banca. No prestaron mayor atención.
— ¿Y ahora, qué? Digo, debemos planear que haremos, ¿saben? No podemos actuar sin más. —Dijo Marian, a quien siempre el alcohol se le subía más rápido que a los demás.
—Yo digo que debemos acabar con los magos ingleses que se opongan a nuestro nuevo régimen. Es más, juntemos a México y a Reino Unido en un solo gobierno. —Dijo Anne, quien si bien, no había bebido tanto como Herman, Hada o Flammer, ya estaba igual de ebria que Marian.
—No, ahora lo que tenemos que hacer es un plan que nos ponga en el mapa, algo que nos distinga de los demás. Ese tipo de cosas que la gente no se atreve a hacer, pero que nosotros seremos los primeros. —Habló Flammer, fumando y bebiendo, con voz un tanto cortada.
— ¿Robar Gringotts? — Preguntó Herman.
—No, eso ya es muy comercial, algo más nuestro. Podríamos acabar con los muggles de aquí. —Rio Hada, bebiendo de su tarro viendo todo alrededor.
—Es buena idea, pero tampoco seamos tan [« ¡Eres un completo idiota! No tienes idea de con quién te estás metiendo»] —Flammer se detuvo un poco, interrumpido por los gritos de la chica, retomando nuevamente su idea— imprudentes, ¿saben lo mal que quedaríamos? Como un montón de [« ¡Eso, lárgate! Es lo que siempre haces. Huir, es todo lo que sabes hacer, ya quiero ver cómo diablos logras sobrevivir tú sola»] —Volvió a ser interrumpido, ahora por el hombre con quien la chica discutía. Flammer comenzaba a mostrar molestia e irritabilidad. —supremacistas mágicos, y es lo que queremos evitar. Que nos recuerden por la grandeza de nuestra magia y por el temor infundado a los demás, no solo por [—Bueno, al menos puedo hacer algo más que quejarme de lo “injusta” que es la vida conmigo, como lo haces tú, considerando que lloras por la poca hombría que la naturaleza te dio. —Dijo la chica, dejando shokeado al muchacho, quien sacó una varita del pantalón. «Eres una idiota, te arrepentirás ¡Avada…!»] ¡Expelliarmus! —Gritó Flammer, quien sacó la varita casi por instinto, desarmando sin ningún tipo de problema al sujeto. El chico se levantó y caminó enfurecido hacía el otro tipo, que estaba apenas entiendo lo que había pasado.
— ¿Cuál es tu maldito problema, pedazo de mierda? ¿Qué uno no puede tener un festejo de cumpleaños tranquilo sin que un maldito imbécil con aliento olor a alcantarilla acabe con la tranquilidad? —Dijo Flammer, enfurecido, mirando directamente a los ojos al chico, un poco más bajo que él. —Ahora, quiero que sepas que sólo eres basura, insignificante y sin el más mínimo valor. Eso de matar a alguien, enfrente de tanta gente que es de imbéciles. ¿Quieres matarla? ¡Adelante, pero aquí no, pendejo! —Siguió gritando Flammer, ahora hablando español. —Es que de verdad que no puedo creer que haya tanto pinche pendejo suelto por aquí, ¿qué chingados se creen estos pedazos de mierda? ¿Tú crees que siquiera podrás hacer algo sin que yo me dé cuenta, perro estúpido? Quiero que sepas algo —Dijo y rompió la varita del sujeto, dejándolo con la cara en blanco, al igual que a todos los demás. — Ahora no eres más que basura, y eso que de los desperdicios se puede sacar algo bueno. Ahora lárgate y avisa a tus amigos y conocidos, Robert, que Flammer Actecmer está de regreso y peor que antes. —Dijo el chico, tirando los pedazos de la varita por una alcantarilla y regresando a su mesa. Robert, el chico a quien cuya varita habían destrazo, corrió hacía la chica a quien le gritaba y le arrebató la varita, tratando de atacar a Flammer por la espalda, quien si ningún esfuerzo lo empujó por los aires usando sólo la mano. La gente desde luego prestó atención, pero muchos pensaron que se trataba de alguna obra de teatro. El sujeto, casi noqueado, se fue de ahí. Flammer y sus amigos pagaron la cuenta y se fueron, perdiéndose de vista de la chica. Por su parte, Bella Black, que había observado todo, primero en los gritos contra Robert, segunda, a un chico que sólo vio un par de veces en Hogwarts, a quien creía muerto enfrentar a su exnovio y vencerlo con tanta facilidad y en tercera, usar magia en público sin ningún temor y la frialdad de haber roto una varita sin ningún remordimiento, quedó impresionada. Caminó hacía un callejón que no era transitado y desapareció.
— ¿Y ahora, qué? Digo, debemos planear que haremos, ¿saben? No podemos actuar sin más. —Dijo Marian, a quien siempre el alcohol se le subía más rápido que a los demás.
—Yo digo que debemos acabar con los magos ingleses que se opongan a nuestro nuevo régimen. Es más, juntemos a México y a Reino Unido en un solo gobierno. —Dijo Anne, quien si bien, no había bebido tanto como Herman, Hada o Flammer, ya estaba igual de ebria que Marian.
—No, ahora lo que tenemos que hacer es un plan que nos ponga en el mapa, algo que nos distinga de los demás. Ese tipo de cosas que la gente no se atreve a hacer, pero que nosotros seremos los primeros. —Habló Flammer, fumando y bebiendo, con voz un tanto cortada.
— ¿Robar Gringotts? — Preguntó Herman.
—No, eso ya es muy comercial, algo más nuestro. Podríamos acabar con los muggles de aquí. —Rio Hada, bebiendo de su tarro viendo todo alrededor.
—Es buena idea, pero tampoco seamos tan [« ¡Eres un completo idiota! No tienes idea de con quién te estás metiendo»] —Flammer se detuvo un poco, interrumpido por los gritos de la chica, retomando nuevamente su idea— imprudentes, ¿saben lo mal que quedaríamos? Como un montón de [« ¡Eso, lárgate! Es lo que siempre haces. Huir, es todo lo que sabes hacer, ya quiero ver cómo diablos logras sobrevivir tú sola»] —Volvió a ser interrumpido, ahora por el hombre con quien la chica discutía. Flammer comenzaba a mostrar molestia e irritabilidad. —supremacistas mágicos, y es lo que queremos evitar. Que nos recuerden por la grandeza de nuestra magia y por el temor infundado a los demás, no solo por [—Bueno, al menos puedo hacer algo más que quejarme de lo “injusta” que es la vida conmigo, como lo haces tú, considerando que lloras por la poca hombría que la naturaleza te dio. —Dijo la chica, dejando shokeado al muchacho, quien sacó una varita del pantalón. «Eres una idiota, te arrepentirás ¡Avada…!»] ¡Expelliarmus! —Gritó Flammer, quien sacó la varita casi por instinto, desarmando sin ningún tipo de problema al sujeto. El chico se levantó y caminó enfurecido hacía el otro tipo, que estaba apenas entiendo lo que había pasado.
— ¿Cuál es tu maldito problema, pedazo de mierda? ¿Qué uno no puede tener un festejo de cumpleaños tranquilo sin que un maldito imbécil con aliento olor a alcantarilla acabe con la tranquilidad? —Dijo Flammer, enfurecido, mirando directamente a los ojos al chico, un poco más bajo que él. —Ahora, quiero que sepas que sólo eres basura, insignificante y sin el más mínimo valor. Eso de matar a alguien, enfrente de tanta gente que es de imbéciles. ¿Quieres matarla? ¡Adelante, pero aquí no, pendejo! —Siguió gritando Flammer, ahora hablando español. —Es que de verdad que no puedo creer que haya tanto pinche pendejo suelto por aquí, ¿qué chingados se creen estos pedazos de mierda? ¿Tú crees que siquiera podrás hacer algo sin que yo me dé cuenta, perro estúpido? Quiero que sepas algo —Dijo y rompió la varita del sujeto, dejándolo con la cara en blanco, al igual que a todos los demás. — Ahora no eres más que basura, y eso que de los desperdicios se puede sacar algo bueno. Ahora lárgate y avisa a tus amigos y conocidos, Robert, que Flammer Actecmer está de regreso y peor que antes. —Dijo el chico, tirando los pedazos de la varita por una alcantarilla y regresando a su mesa. Robert, el chico a quien cuya varita habían destrazo, corrió hacía la chica a quien le gritaba y le arrebató la varita, tratando de atacar a Flammer por la espalda, quien si ningún esfuerzo lo empujó por los aires usando sólo la mano. La gente desde luego prestó atención, pero muchos pensaron que se trataba de alguna obra de teatro. El sujeto, casi noqueado, se fue de ahí. Flammer y sus amigos pagaron la cuenta y se fueron, perdiéndose de vista de la chica. Por su parte, Bella Black, que había observado todo, primero en los gritos contra Robert, segunda, a un chico que sólo vio un par de veces en Hogwarts, a quien creía muerto enfrentar a su exnovio y vencerlo con tanta facilidad y en tercera, usar magia en público sin ningún temor y la frialdad de haber roto una varita sin ningún remordimiento, quedó impresionada. Caminó hacía un callejón que no era transitado y desapareció.
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