lunes, 30 de noviembre de 2015

Capítulo XXXV: Métodos muggles



Los chicos junto a su «detenido» aparecieron en lo que parecía un viejo rancho, muy viejo y descuidado. Estaban al lado de una vieja carretera igual de desatendida. La hierba era tan alta que era muy probable que hubiera serpientes y otros tipos de animales rastreros. Por una vereda de tierra, también ya invadida por la maleza, se podía ver un almacén igual de antiguo que todo.
 —Vamos, chicos. Traigan a ese hacía aquel lugar. Vamos a sacar toda su información sí o sí. —Dijo Anne, quien con la varita comenzó a retirar toda la hierba que les dificultaba el paso.
—Disculpa, Anne… Hace un momento dijiste que no usaban el cruciatus aquí, ¿por qué? —Preguntó Hada, quien caminaba junto a ella mientras Herman y Flammer arrastraban al sujeto capturado siendo seguidos por Marian quien lo apuntaba con la varita desde atrás.
—Verás, Hada. México no es un país que se distinga en el mundo no mágico por su gran respeto a los derechos humanos y créeme, nosotros al ser un organismo más plural que el británico, hemos adoptado ciertas cosas que nos han funcionado de maravilla, pero eso es adelantarme. Ya podrán observar por ojos propios un método más eficaz que la magia para sacar información. —Contestó Anne mientras una sonrisa algo perturbadora se dibujaba en su rostro. Continuaron caminando hasta que llegaron al almacén, el cual por dentro era algo completamente diferente a la vista de afuera. Estaba muy limpio. Completamente blanco del piso y con cortinas blancas por todos lados.
— ¿Por qué las cortinas? No vi ventanas.
—Exactamente, Herman. Sirven para cubrir otro tipo de ventanas. ¿Ven esa silla de ahí? Quiero que lo sienten y con esa cinta gris que está ahí, aten sus manos y pies de manera muy fuerte, que no pueda levantarse ni huir ni nada por el estilo. —Ordenó su guía al par de chicos, quienes bastante extrañados, hicieron caso, sentándolo de manera tan firme que aun con magia, le costaría escapar por la dificultad de usar magia. Después de haber hecho lo que le pidió, todos se pusieron a un lado de la silla, excepto Anne, quien caminó hacía un contenedor, sacando toda clase de pinzas y herramientas muggles, un artefacto que Flammer reconoció como una batería de auto, cables pasacorriente, varias botellas de diferente contenidos y polvos variados. —Muy bien, chicos, ahora verán lo que es bueno. Ahora, Flammer, tú que eres el enemigo de ellos por excelencia, haznos los honores de hacerlo volver en sí. —Dijo la chica. Actecmer lo vio, apuntó su varita y con un enervate lo hizo despertar.
— ¿Qué hago aquí… quienes son ustedes? —Preguntó el sujeto. —Cuando los señores Hillers se enteren, ¡los mataran!
—Lo siento, pero aquí el único que morirá, serás tú, pero no de manera rápida, antes deberás decirnos todo lo que queremos… —Dijo Anne, quien con un movimiento de varita, corrió las cortinas, revelando espejos gigantes que abarcaban toda la sala, haciendo que se viera como un bucle infinito de ellos mismos. Una inmensa luz blanca encandiló a todos y acto seguido, la cara del sujeto, al ver lo que tenía ahí, se volvió de completo terror. —Veo que ya te das una idea que va a pasar, así que comienza a hablar o esto se alargará tanto como sea necesario.
—No te diré nada, maldita puta de mierda. Los Hillers los asesinaran uno por uno. —Dijo el sujeto, manteniéndose tan firme como su valor se lo permitía.
—Pésima respuesta… Iniciemos con algo tranquilo. Flammer, hazme un favor, ¿ves esa botella roja que está ahí? Pásamela y toma la cabeza de este imbécil de manera firme, que no se quite. —El chico, hizo lo que le pidió mientras todos observaban. Anne, tomó la botella y dejo caer parte de su contenido en los ojos de la víctima, quien comenzó a gritar y maldecir a todos los presentes. —Verán, chicos. Los comunes tienen una forma de sacar información también basada en la tortura. En Inglaterra y toda Europa en general, se acostumbra usar la magia para todo, incluso para estos procesos que a mi opinión deben ser completamente artesanales. Aquí los narcotraficantes y policías usan estos métodos para obtener información. Por eso aquí no se usa el cruciatus. —Dijo la chica, a una bastante perturbada Marian que comenzó a suponer que se haría con cada artefacto, un estupefacto Herman, un pálido Flammer y una muy estática Hada.
— ¿Podremos intentarlo? —Preguntó Sophia, quien recibió una sonrisa de Anne.
—Claro. Pero no preguntes que hacer, recuerda que tu imaginación es el pincel, el cuerpo de este bastardo el lienzo y tenemos todo el tiempo del mundo. Así que, lamebotas de los Hillers, ¿ya vas a hablar? —Dijo Torres.
—Chinga tu madre, pendeja de mierda. Jamás sacarás una sola palabra de mí.
—Siempre lo hacen tan difícil. Hada, tu turno. —Dijo la chica. Hada en ese momento que no sabía muy bien por dónde empezar, tomó un objeto que parecía un tenedor pero con las puntas más filosas y alargadas. Le pidió a Flammer que le quitara la camisa la tipo y cuando ya tenía su pecho desnudo, comenzó a rasgar de arriba abajo, haciendo surcos en la piel, llenando la habitación de gritos y dolor, manchando el blanco suelo de rojo.
—Nada mal… Tienes talento. ¿Alguien más quiere intentar algo? ¿Qué tal tú, Flammer? Sería bueno saber cómo trabaja tu mente. —Dijo la mexicana, sonriéndole y pasando una mano por su espalda. Flammer estaba frío. No sabía que hacer… Sin embargo recordó algo que le contaron en su infancia uno de los niños con quienes vivía.
«Recuerdo que una vez mi papá nos contó que a un tipo que había dado mucha información a la policía, se lo llevaron a limpiar. Me contó que con un cuchillo le quitaron toda la piel y le tiraron muchísima sal encima. Que después te clavaron los dedos a la pared y que con unos cables pasacorrientes y la pila de un carro, le agarraron los huevos y le dieron toques, bien gacho» Así que Flammer, con un movimiento de su varita hizo que los pantalones y calzoncillos del pobre desgraciado desaparecieran —Dios, esto se va a poner bueno—Dijo Anne riendo. Flammer conectó los cables a la batería, del otro extremo puso el de tierra en tierra y finalmente, como si de la boca de un cocodrilo se tratara, abrió la otra terminal, viendo a los ojos al sujeto que estaba cada vez más asustado y respirando de manera agitada pues sabía lo que venía. Cuando la pinza atrapó los testículos del sujeto, fue el grito más desgarrador que había dado en el breve tiempo que llevaban ahí. Sin contar que aparte de la presión ejercida por la pinza, estaba recibiendo una descarga eléctrica. Pasados un par de segundos, Flam desconectó la terminal de tierra, dejando que el objeto siguiera ejerciendo presión.
—Verás, pendejito. Podemos parar con esto. Sabes que no es herida mágica y que si es tratado en menos de dos horas volverá a funcionar sin ningún problema, pero si decides hacerte el difícil, las cosas irán en aumento, ¿qué dices? —Preguntó Anne, quien se inclinó frente a él para verlo a los ojos.
— ¡Chinga tu putísima madre! Maldita estúpida. Ellos los atraparan y no podrán hacer nada si quiera. —Gritó el sujeto, guardando todo el dolor por lo que acababa de empezar y que se prolongó por horas, logrando quebrar su fuerza de voluntad pues conforme pasó el tiempo y las torturas realizadas fueron aumentado, comenzó a pedir clemencia y suplicar la muerte.
Cuando llegó la noche, la ropa de cada uno ya no distinguía el color original de tanta sangre que había caído ya. El sujeto estaba desmayado del dolor mientras todos lo observaban. Flammer y Hada fumaban un cigarrillo mientras Herman y Marian le clavaban la mirada. Anne se había parado para ir a una estantería donde aguardaba una botella de whisky. Se acercó y les sirvió una copa a cada uno, que la bebieron de manera lenta y dejando líquido aún.
— ¿De verdad los muggles usan estos métodos tan barbaros? —Preguntó Marian, que estaba un poco en shock por todo lo visto esa tarde.
—Sí, y créeme, esto es algo muy ligero comparado a lo que ellos hacen. Normalmente los grupos del crimen organizado son quienes hacen peores cosas. —Contesto la chica mexicana mientras daba un sorbo a la copa de alcohol. Marian, que estaba viendo el cuerpo ensangrentado, se levantó y caminó hasta quedar frente a frente, lo apuntó con el dedo e hizo que despertara.
—Mire, no sabemos ni su nombre y usted no tiene idea de quienes somos. Esto puede parar ya, sólo necesitamos saber un par de cosas muy sencillas, ¿de acuerdo? —Le dijo la chica en un español algo malo, pero bastante entendible. Sin embargo, el tipo no dijo nada, sólo la observó con una mirada vacía y cansada. — ¿Dónde están los Hillers y dónde podremos encontrarlos?
—Viven en Zapopan… Donde está el bosque de la primavera, en el corazón del bosque. Sólo pueden acceder por invitación o sabiendo exactamente su ubicación. Nadie los ha podido encontrar antes…
— Y la antigua Mansión Actecmer, ¿sabe dónde se encuentra?
—Sí… Cerca del panteón de Belen hay un enorme terreno abandonado a la simple vista. Es del tamaño de una manzana completa… Ahí debe pararse un descendiente de la familia y pronunciar su nombre y apellido. Lo demás será fácil… Es todo lo que sé. —Terminó de decir el sujeto, que respiraba con dificultad. Marian lo miró a los ojos, acarició su mejilla y con un movimiento de su dedo, hizo que una cortada de extremo a extremo de su cuello comenzara a desangrarlo. Se volvió a sus amigos y con una sonrisa algo tétrica los vio y se sirvió una copa de whisky.
—Ya, tenemos la información que queremos. ¿Cuándo nos vamos?

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