¡Advertencia! (que sólo pondré una vez todo el resto del fic) El capítulo contiene escenas un tanto fuertes con cierta temática sexual. No leer menores de 15 años.
El resto del verano se pasó en un abrir y cerrar de
ojos. De hecho, tanto para Hada como Flammer fue bastante corto. En cierta
parte porque llevaban ya tiempo sin verse y en segunda porque el tiempo que
usaron para verse pasaba de manera rápida. Sin embargo fue bastante placentero
aquel verano. El clima fue muy agradable y los 4 amigos se reunían bastante
seguido para conversar y más cosas por el estilo. Paseaban por la Londres
muggle casi todos los días, otros iban al callejón Diagon y por otro lado,
Flammer y Hada visitaban un parque bastante atractivo para jóvenes parejas.
Definitivamente fue buen verano, hasta que los últimos días, desde el 29 de
agosto, se comenzó a notar que el ambiente se sentía frio y triste. Los días eran
grises y el cielo siempre amenazaba con llover aun cuando no lo hacía. En los
noticieros muggles los meteorólogos no se explicaban el que pasaba. Nadie, con excepción
de los magos, sabia cual era el motivo, pero ni ellos estaban seguros que
diablos pasaba. Fue hasta el primero de septiembre que partió el tren a Hogwarts
que la situación pareció normalizarse. De hecho salió en el profeta la razón;
un grupo de 50 dementores regresaron de su exilio hacía Londres para querer
imponerse, pero Harry Potter, Ron Weasley y un grupo de aurores lograron
contenerlos y regresarlos a sus frías tierras. Eso fue lo único interesante que
pasó todo ese año. No hubo visitantes, ni conspiraciones secretas. Ni siquiera
el ifrit dio de que hablar ni nada por el estilo. El año se pasó volando y con
ello llegó el siguiente verano y el siguiente inicio de curso, el cual pasó tan
inadvertido como los otros, con la única excepción que todos los estudiantes
menores de 7mo curso, donde Marian, Herman y Flammer se encontraban, los tenían
en un estima impresionante pues durante el resto de sus estadía demostraron ser
los únicos combatientes que jamás pudieron ser derrotados. Al menos Marian y
Flammer, porque Herman sí perdió en un combate contra la chica, y ella, a su vez,
empató contra Flammer en el único duelo que tuvieron. Desde luego fue bastante
controversial, pues ella lo desarmó, pero él usando la magia sin varita, logró
atarla de los pies con un látigo de fuego que la dejó fuera de combate, pues al
caer, quedó inconsciente. Tras dicho duelo, la escuela se dividió en dos
grupos; los que decían que Marian ganó por desármalo y quienes decían que
Flammer fue el vencedor por dejarla noqueada. Como sea, no le prestaron mayor
importancia, sólo Actecmer que siguió practicando, pues estaba seguro que si no
mejoraba, Hada le patearía el trasero de manera cruel y despiadada. Por esa razón,
muchos estudiantes menores los seguían sin importar que pasara, y fue aquí
donde Flammer tomó una idea que tuvo todo el año en mente y que sólo compartiría
con su novia. Y así fue como ese año se acabó también. Cuando regresaron a
Londres, al terminar su último curso de Hogwarts, muchos decidieron ir a una
fiesta que organizó Herman (y el dinero de sus padres) en el caldero
chorreante. Tanto Herman, como Marian, Flammer (quien invitó a Hada) Xavier
Allan, Michell Sandamann y más compañeros, tanto de Slytherin como de otras
casas estuvieron presentes. Bebieron cerveza de mantequilla, aplaudieron,
gritaron, todos, sin excepción alguna lanzaron hechizos sólo para celebrar que
ya no tenían restricción de hacerlo, entre más cosas. Todo fue bastante
divertido hasta que una voz que nadie reconoció se escuchó al fondo «¡Celebremos
la magia; que Hada y Flammer tengan un duelo!» a lo que todos vociferaron que
así fuera. Y sin más que hacer, después de tanto grito y en medio de la
euforia, aceptaron. —Vamos a darle una lección de quien manda, cariño. —Le
susurró Hada en el oído a Flam el cual asintió. Salieron al callejón Diagon y
cada quien se puso en un extremo, las personas puestas a los lados los
observaban ansiosos. Hicieron reverencia y se pusieron en guardia.
Cuando la fiesta acabó, en medio de algunos
estudiantes borrachos y otros atónitos por el duelo presenciado, todos se retiraron
poco a poco para no llamar la atención. Flammer acompañó a Hada a su casa y
Herman invitó a Marian a dormir a la suya. Al llegar al cruce donde tomaban
caminos diferentes, se despidieron y cada quien se fue por su lado. Hada y
Flammer caminaron hasta llegar a la casa de ella. Entraron y Hada le dijo a
Flammer que iría a cambiarse, que no subiera. Él obedeció y esperó en la sala
de estar mientras observaba los retratos que ahí había. Escuchó que la regadera
se abría así que supuso que había entrado a bañarse.
Herman y Marian entraron al jardín de una casa
bastante grande. Era de arquitectura neoclásica bastante atractiva a la vista.
Pasaron sin mayor problema hacia la habitación del anfitrión. Llevó a la
muchacha a la habitación de huéspedes, un aposento con una gran cama cubierta
con una sábana de seda y colchas de color rubí. Un tocador y demás muebles de
madera que se notaban ya antiguos pero conservados de manera excepcional
estaban ahí. Herman le dijo a Marian que se retiraría a su cuarto, pero ella le
dijo que esperara un poco, que quería pasar algo de tiempo con él a solas. El
chico no protestó y se sentó a un lado de ella, quien abrazándolo y recostándose
en su hombro, comenzó a respirar de manera suave y tranquilizadora.
Hada le dijo a Flammer que podía subir, que si quería,
podría quedarse a dormir. Flammer dijo que no estaba seguro, hasta que abrió la
puerta de la habitación, y aunque sí, Hada ya se había bañado, no estaba
vestida del todo.
Marian, suspiró un par de veces hasta que sin pensarlo
dos veces, besó a Herman, dejándolo atónito pero reaccionando de manera
correspondiente al acto de su… ¿Novia? Bueno, se entendía el concepto a fin de
cuentas. Sin embargo Marian no estaba muy satisfecha del todo, pues comenzó a
meter su mano dentro de la camisa del chico acariciando su pecho y haciendo
círculos con la yema del dedo.
Flammer se quedó mudo. Estaba completamente atónito.
Tal como si hubiera ingerido algún tipo de droga, sus pupilas estaban
dilatadas.
— ¿Qué pasa, Flam? Pareciera que hubieras visto un muerto, o algo peor. —Dijo Hada, desde dentro del cuarto.
— ¿Algo peor que un muerto? Para nada, sólo fue bastante inesperado. —Contestó él. Hada, acercándose lentamente, con la bata de baño abierta, sin nada de ropa en la parte superior y sólo la ropa interior inferior puesta, le hizo una seña de que pasara. Flam, algo confundido y nervioso, le hizo caso y entro.
—Vamos, aunque es inesperado, dicen que lo mejor no se planea. Debo admitir, que esto me llegó de manera improvisada. —Dijo Hada mientras acariciaba a Flammer y lo besaba.
— ¿Qué pasa, Flam? Pareciera que hubieras visto un muerto, o algo peor. —Dijo Hada, desde dentro del cuarto.
— ¿Algo peor que un muerto? Para nada, sólo fue bastante inesperado. —Contestó él. Hada, acercándose lentamente, con la bata de baño abierta, sin nada de ropa en la parte superior y sólo la ropa interior inferior puesta, le hizo una seña de que pasara. Flam, algo confundido y nervioso, le hizo caso y entro.
—Vamos, aunque es inesperado, dicen que lo mejor no se planea. Debo admitir, que esto me llegó de manera improvisada. —Dijo Hada mientras acariciaba a Flammer y lo besaba.
Herman estaba acostado boca abajo, viendo directamente
a Marian a los ojos. Ambos estaban desnudos de la cintura hacía arriba, poseídos
por algo que iba más allá de ellos. Estaban completamente fuera de sí pero
bastante consientes para saber lo que estaban haciendo. De hecho, aunque lo estaban
disfrutando, eso era innegable, estaban con inquietud del saber si estaba bien,
aunque poco o nada les importó, pues antes de que se dieran cuenta, ambos
estaban desnudos por completo, al igual que Hada y Flammer, a más de 18 kilómetros
de la casa de Herman, quienes, a diferencia de sus amigos que se lo tomaron de
una manera pasional y romántica, ellos tuvieron por un momento la sensación de
que se tenían cierto odio que desquitaban ahí, y de lo cual, sabían que no
podrían hablar, pero si expresar.
A la mañana siguiente, todos se levantaron algo
confundidos de anoche, pero sin prestar mucha atención, se cambiaron, bañaron,
desayunaron y se encontraron en un café llamado Blackbird del que Flammer habló maravillas. Les contó sobre su
idea, lo que llevaba planeando desde el duelo contra Marian, y el cómo sabía
que iba a lograrlo. Todos lo miraron, un poco incrédulos, pero conforme fue
hablando, supieron que tendría razón. Aunque sus años como estudiante habían
llegado a su fin, el de su leyenda estaba por empezar, o al menos así lo dijo.
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