sábado, 16 de enero de 2016

Capítulo XXXVII: La caída de la Casa Hillers



Flammer y Hada caminaban solos por las calles de Guadalajara. Habían decidido ir a dar una vuelta después de lo ocurrido la mañana de ese día. Ambos aún estaban en shock y noqueados de los recuerdos. Si bien no había sido su primera batalla, sí la más fuerte que hasta el momento tuvieron que enfrentar, pero para su suerte, también demostraron que eran lo suficientemente poderosos para lograr hacer lo que quisieran, y con lo recién adquirido por Flam serían completamente invencibles. De hecho, se podría decir que era el legado entero de los Actecmer que estaba siendo heredado a su hijo. Un objeto mágico tan poderoso que incluso se podría decir fue lo que le dio la fuerza necesaria para ganar la batalla, pero no, eso lo recogió después de que los Hillers fueran atacados y casi destruidos por completo.
Marian y Herman caminaban detrás de Flammer y Hada, que eran quienes iban guiando hacía la Mansión Hillers. Estaban ya bastante entrados en el Bosque de la Primavera y parecía que caminaban en círculos. Realmente no había mucho que buscar ahí, pero de saber que estaban buscando realmente una vivienda más grande que la de los Actecmer en sus tiempos de prosperidad, era imposible decir que sólo eran árboles. De hecho se sentían mareados cada vez más, sin saber que pasaba, caminaban y aunque juraban ir en línea recta, pudieron observar que llevaban viendo la misma roca mucho tiempo. Fue cuando entendieron que estaban bajo un poderoso encantamiento de ocultación que evitaba que pudieran entrar, por lo que aguardaron ahí, escondidos entre la vegetación hasta que alguien saliera, lo cual no ocurrió sino dos días después, cuando escucharon un ligero clack el cual les indicó que alguien acaba de salir del campo, por lo que inmediatamente lo detuvieron con varios hechizos y sometieron, llevándolo a donde estaban durmiendo. Herman, con una maldición imperio le hizo decir la ubicación exacta, sin embargo parecía que era resistente, pues soportó varios hechizos y maldiciones cruciatus de Marian hasta que por fin habló. Les dijo exactamente como llegar, entrar y donde estaba ubicada. La chica que lo torturó, cortó su cuello tal y como hizo con su víctima anterior y regresaron al lugar donde se encontraba la roca que les indicó que estaban caminando en círculos por el hechizo, sólo que esta vez no eran árboles lo que había, sino una bella mansión de cantera blanca, con pilares en la entrada y una gran verja con un águila real hecha de acero que se movía como por arte de magia. La mansión de los Hillers estaba frente a ellos, con todo su esplendor y su fantástico porte, digna de una poderosa familia y toda una dinastía. El jardín delantero tenía quetzales y guacamayas, cóndores y águilas, leones y tigres. Todos caminando libres y muy bien cuidados. Desde luego estaban influenciados por magia para que no fueran peligrosos. Un sendero de piedras perfectamente puestas llevaban a una puerta gigante de mimbre negra, que tenía grabado una H con un águila real batiendo las alas por detrás.
—Muy bien. —Dijo Flammer viendo a sus amigos a los ojos, más serio de lo que jamás lo habían visto. —Aquí estamos por fin. Quiero que sepan que no están obligados a irme, pues es muy posible que al final del día estemos muertos o simplemente nos capturen y nos torturen como nunca nadie lo ha hecho. Son mis amigos, mi familia y no deseo perderlos, pues así sólo uno muera, sentiría que perdería todo.
—Flammer, hemos llegado hasta aquí, detrás de ti, hemos seguido tus pasos desde que entramos todos a Hogwarts, excepto Hada, ella es mayor pero también siguió toda nuestra estadía en el colegio estuviera ella ahí o no. Te apoyamos en todas las decisiones que tomes, sean una locura o no. Y te conocemos bien, sabemos que estás por decidir algo completamente inverosímil pero que a su vez eres tan capaz de hacerlo que ya no es imposible o impensable. —Dijo Marian, quien puso una mano sobre su hombro y sacó su varita, prendiendo una ligera luz verde de ella. Flammer la vio y sonrió, sacando la suya haciendo lo mismo. Hada y Herman siguieron esto pero con una luz azul.
—Todos te apoyamos, mi Flam, ten eso por seguro. —Dijo Hada, besando sus labios.
—Moriría e iría a Azkaban por ti, amigo. El apoyo siempre será incondicional. —Terminó Herman y con una sonrisa en sus labios, Flammer apuntó a la verja mágica que estaba en la mansión logrando hacer una abertura por la cual pasaron todos. Caminaron por los jardines hasta la puerta principal, sin embargo por la derecha vieron un sendero también empedrado por el cual fueron de manera cautelosa y con ojos en la espalda. Después de un momento caminando vieron que el jardín trasero estaba lleno de gente, brindando y comiendo, riendo y gritando. Una reunión tan alegre era aquella que estaba frente a ellos que estaban seguros que toda la familia Hillers estaría ahí. Y Flammer caminó hacia allá, escoltado por sus amigos.
— ¡Pero vean nada más! Qué bonita reunión tenemos aquí. ¿Quién pensaría que algún día tendría el honor de conocer a la segunda familia mágica más poderosa de México? —Dijo Flammer, mientras caminaba hacia ellos, con la varita en posición defensiva. Un hombre de aproximadamente 45 años se levantó sorprendido y los presentes voltearon la mirada hacía ellos. Todo calló y el silencio que anuncia la muerte era el reinante ahí.
— ¿Quién eres y cómo diablos has llegado hasta aquí? —Preguntó el sujeto, apuntándolo con la varita mágica directo al rostro.
—Lo siento, señor, ¿dónde están mis modales? Le presento a la señorita Hada Sophia Delacour. Al señor Herman DuMort. A la señorita Marian Targaryan. —Dijo Flammer apuntando a cada uno de sus amigos respectivamente quienes hacían una reverencia. —Y a un servidor Flammer Actecmer.
— ¡Ja, ja, ja! ¿Qué tenemos aquí? ¡Una cucaracha que se salvó del holocausto! ¿Qué diablos haces aquí, mocoso, qué no estaban muertos todos ustedes?
—Hay un dicho popular que dice que hierba mala nunca muere y posiblemente sea cierto, sin embargo los Actecmer no somos ese tipo de vegetación… Somos peores. Ustedes son quienes nos encargaremos jamás vuelvan a brotar.
—Entiendo. ¿Así qué crees tener muchos huevos para venir a mi casa, irrumpir en la celebración del nacimiento de mi décimo nieto y amenazar no solo a mí, sino a mi familia entera? ¡En serio estás loco, muchachito! Y esa maldita insolencia jamás te la he de perdonar, y mucho menos dejar que salgas vivo de aquí.
—Mire, aunque nuestras familias son muy diferentes entre sí, he logrado encontrar un parecido; yo tampoco planeo dejar que nadie salga vivo de aquí. Así como ustedes destruyeron la Noble Casa Actecmer hasta sus cimientos matando a casi todos sus miembros, yo los asesinaré a ustedes.
— ¡Ja, ja! ¡Eres sólo un mocoso! ¡Desmaius! —Gritó el señor Hillers, cuyo hechizo fue detenido sin ninguna dificultad por Flammer. Sus amigos al instante lanzaron hechizos al cielo, rompiendo los de protección puestos por la familia rival y poniendo ellos nuevos, los cuales les impedirían escapar de ahí.
— ¡Vamos, cobarde! ¡Atácame con lo mejor que tengas! —Dijo Flammer a su atacante. El cual comenzó con una lluvia de hechizos, todos detenidos sin dificultad alguna. Flammer levantó su varita en medio del ataque hacia su persona y un rayo de luz verde salió disparado, pasando muy cerca de su atacante. Un grito rompió el tronido de los hechizos y al fondo, junto a los invitados, el cadáver de una joven con un embarazo muy adelantado cayó pesadamente sobre el pasto, haciendo que todos se levantaran. Unos para llevarse el cadáver y otros para unirse a la batalla. Sin embargo el chico lanzó un segundo ataque el cual hizo que una gigantesca bola de fuego estallara, haciendo que muchos salieron volando por el impacto, el cual fue a menos de un metro del cuerpo muerto de la joven, el cual quedó completamente calcinado.
—Lo siento, señor. Pero no quería dejar el trabajo incompleto. —Dijo Flammer, riendo entre dientes. El hombre vio completamente pasmado como su hija y su nieto morían ahí mismo, en el jardín de su casa a manos del último de su casa rival. Y lleno de odio regresó al ataque, esta vez acompañado por todos ahí reunidos, que superaban las 200 personas. Hada, Herman y Marian se pusieron detrás de su amigo y levantando las varitas comenzaron a lanzar rayos verdes desde la punta, haciendo que una decena de personas cayeran al suelo completamente inerte. De todos lados llovían hechizos y maldiciones a los cuatro amigos, quienes estaban a la defensiva más que ofensiva. Hada hizo un movimiento de su varita lanzando un centenar de cristales de hielo tan puntiagudos como un arpón. Muchos usaron de manera precisa encantamientos escudos pero quienes no reaccionaron fueron atravesados por completo, llenando cada vez más el campo de batalla. Herman usó el mismo hechizo que Flammer utilizó para explotar el cadáver, mientras Marian lanzó de su varita un rayo negro que atravesó por completo el pecho de una señora que había logrado golpearla con un hechizo de látigo de agua, haciéndola perder el equilibrio pero matando a su atacante. El que aparentemente era el líder de los Hillers poniendo toda su energía en el joven Actecmer, lo atacó con una cortina de fuego que logró hacer que una parte de la túnica del joven comenzara a incendiarse. Rápidamente la apagó y continuó atacando, cada vez más potentes las maldiciones usadas por ambas partes hasta que una por fin impactó en el blanco, haciendo que la varita de Flammer saliera volando por los aires y golpeando directamente a la cara haciendo que una cortada profunda se hiciera en su mejilla izquierda. Hada al ver esto apuntó con su varita a una mujer que estaba cuidando al señor Hillers, amarrándola con gruesas cuerdas y usando su mano libre, atrayendo cientos de rocas de la mansión, aplastándola y asesinándola al instante. Y haciéndose de todo lo disponible, desde los árboles hasta las rocas y la tierra, el agua y el fuego, la magia y lo físico, la batalla continuó por horas, hiriendo a los 4 amigos pero no lo suficiente para dejarlos fuera de combate. Sin embargo los Hillers no corrieron con la misma suerte, pues aunque algunos cuantos lograron escapar, la jerarquía mayor murió esa misma tarde ahí en la Antigua y Noble Mansión de la Casa Hillers. Desde los más jóvenes y quienes apenas iban por su primer bocanada de vida, hasta los más viejos, quienes ya estaban listos para morir, pero no a manos de sus enemigos directos y mucho menos por alguien a quien consideraron muerto desde hacía ya 17 años.
Flammer y Hada caminaban solos por las calles de Guadalajara. Habían decidido ir a dar una vuelta después de lo ocurrido la mañana de ese día. Ambos aún estaban en shock y noqueados de los recuerdos. Si bien no había sido su primera batalla, sí la más fuerte que hasta el momento tuvieron que enfrentar, pero para su suerte, también demostraron que eran lo suficientemente poderosos para lograr hacer lo que quisieran, y con lo recién adquirido por Flam serían completamente invencibles. De hecho, se podría decir que era el legado entero de los Actecmer que estaba siendo heredado a su hijo. Un objeto mágico tan poderoso que incluso se podría decir fue lo que le dio la fuerza necesaria para ganar la batalla, pero no, eso lo recogió después de que los Hillers fueran atacados y casi destruidos por completo. Caminaban por las calles del fraccionamiento Revolución, buscando la casa donde había vivido su familia hasta sus últimos días. Ya sabían su ubicación exacta y ahí la vieron. Una vivienda mediana, de dos pisos con un cancel negro. Entraron gracias a la magia. Al pasar la puerta principal vieron en la sala de estar a cinco personas, quienes sin decir nada se levantaron y los vieron a los ojos.
—Llegas temprano, chico. Pensamos que llegarías el siguiente año. —Dijo un hombre de edad avanzada que se apoyaba sobre un bastón.

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