jueves, 10 de diciembre de 2015

Capítulo XXXVI: La mansión Actecmer.

La noche era fría y desierta. Había llovido bastante durante el día, razón que hacía que la gente se refugiara en sus hogares en vez de salir. Los únicos nocturnos que deambulaban por el centro de la ciudad de Guadalajara eran aquellos que vivían de la vida nocturna, sin embargo muchos estaban aún refugiados dentro de bares, moteles y casas de amigos, lo que permitía una completa paz para las 5 personas vestidas con túnicas negras, que caminaban por la avenida Alcalde. Iban con unos extraños objetos en las manos, sin hacer un solo ruido y con un aire de misterio. Muchas personas que los vieron consideraron que sólo serían parte de una secta o un montón de desubicados que se sentían únicos. Cualquiera que fuera el caso, al llegar a la calle de Hospital, doblaron con dirección al Panteón de Belén, lugar que tomaron de referencia. Al llegar a la puerta de entrada, los 5 tomaron dirección diferentes como si buscaran algo. Una chica de estatura baja caminó siguiendo la calle de Belén, por donde habían llegado. Un muchacho alto y blanco subió por Arista, una joven que venía de la mano con el bajó por la misma de hospital, otro muchacha por Tenerías y el último de los 5 tomó la de General Arteaga. Estaban muy atentos a cualquier descripción de la que les mencionó el pobre desgraciado a quien interrogaron la noche anterior. Un enorme terreno abandonado. Desde luego no eran muy descriptivo, pero siendo que en toda esa zona ya había sido construido todo tipo de casas, sería difícil encontrar a menos que estuviera protegido con algún tipo de magia bastante poderosa o que alguna persona hubiera cuidado durante todos esos años. Si bien el separarse les ayudaría a tener un mayor campo de búsqueda, debían ser rápidos para que la luz del sol no los revelara y los hiciera ver sospechosos. Quedaron en que cada que alguien encontrara algo con el potencial necesario para ser su objetivo, lanzarían chispas rojas para que Flammer Actecmer fuera y dijera su nombre y a ver si algo ocurría. Durante dos horas siguieron eso, sin embargo conforme la noche se hacía vieja, empezaron a perder las esperanzas de encontrar la mansión de la familia. Semi derrotados, se reunieron en el jardín botánico que se encontraba frente a la escuela de medicina y se sentaron en una de las bancas que ahí se encontraban. Flammer sacó una caja de cigarrillos y se la extendió a sus amigos. Cada quien tomo uno, más que nada aceptaron por la frustración de no encontrar lo que buscaban. Lo prendieron con la punta del dedo y se sentaron, en silencio mientras fumaban. Hada y Flammer estaban tomados de las manos. Marian tenía la cabeza apoyada en el pecho de su novio y Anne veía el techo, soltando aros de humo. Actecmer comenzó a ver todo su alrededor, era oscuridad iluminada por farolas, el jardín era grande y bastante cuidado. Flammer estaba absorto en pensamientos, igual que el resto. Incluso tan entrado en su propia mente que nadie reaccionó a la solución más lógica. Ni siquiera Herman que era quien más usaba la cabeza, pero en ese momento, como si por fin la luz de la divina providencia les hiciera entender, ambos chicos se levantaron bruscamente.
— ¡La piedra de resurrección! —Dijeron al unísono. Voltearon a ver a Hada, quien tardó un poco en reaccionar, sonrió y de su cuello sacó una pequeña bolsa que se encontraba colgada. Metió la mano y extendió una pequeña piedra negra. Flammer la tomó y esperó. Apenas habían pasado un par de segundos, un hombre alto y de cabello negro como la noche, de ojos grises y la piel morena pálida se dibujó.
— ¿Quién eres tú? —Dijo con una voz profunda y tosca.
—Soy Flammer Actecmer… Tu hijo.
— ¿Mi hijo? —Titubeó un poco, pero después de la impresión inicial, soltó un grito de alegría. — ¡Por Dios! ¿En serio eres tú? ¡Pero mírate, como haz crecido! Esto es sorprendente. Jamás imaginé verte nuevamente.
—Yo tampoco lo imaginé… De hecho es una historia muy larga todo esto, padre, pero ahora no hay tiempo para eso. He venido desde Inglaterra hasta México para encontrar la antigua mansión de la familia, sin embargo sólo tenemos referencias vagas de lo que es o fue, pero ahora que estás aquí, te he de preguntar, ¿dónde está?
—La Antigua y Noble Mansión de la Familia Actecmer… No existe más, hijo. Fue destruida durante la guerra contra los Hillers. Fue en el 1992. Durante el mes de abril estuvimos bastante activos en las hostilidades. Ellos ya no solo usaban miembros de su sangre, también reclutaban magos de otras naciones y lugares para que lucharan de su lado. Eso claramente fue una competencia desleal. El 22 de abril de ese año, ocurrió una de las batallas más grandes de Guadalajara. Ese tu madre, abuelos, tíos, primos y amigos de la familia nos encontrábamos reunidos en la Mansión cuando fuimos alertados que una gran cantidad de personas aliadas con los Hillers venían hacía nosotros con la orden de «Acabar con ellos de una vez por todas» Fue un momento de bastante pánico y caos entre todos los que se encontraban presentes. Éramos un aproximado de 300 personas. Ellos nos superaban en al menos 5 veces más de hombres, por lo tanto para cubrir tanto terreno como pudimos, enviamos hombres a todos puntos de la ciudad. 100 se quedaron en la casa, incluidos tu madre y yo. Mis hermanos y los de ella que adoptaron el apellido también se quedaron a defender las paredes. Los demás salieron a interceptar a quienes se dirigían hacia allá. Nos comunicábamos usando patronus instantáneos. Eran las 9:50 de la mañana cuando ya todos estaban en posición desde los lugares en que se podía acceder a la casa. Todo estuvo bastante tranquilo hasta que diez minutos después comenzó la batalla. Sólo escuchaba los hechizos salir disparados en todas direcciones, las luces volaban por el aire, cientos de fuegos cruzaron como aves fénix por todos lados. Y apenas había pasado 5 minutos una enorme explosión en la Calzada independencia ocurrió. Se escuchó a muchísima gente gritar y perdimos conexión con algunos de los magos que luchaban. La batalla no se detuvo aun cuando el estatuto internacional del secreto sufría una de sus mayores violaciones en todos los tiempos. Fue a las 10:15, después de 2 explosiones más que comenzaron a llegar a la mansión. Nuestros aliados habían comenzado la retirada para defender los muros de la mansión. Estuvimos aguantando un fuego muy intenso, sin embargo ellos tampoco salieron limpios, pues tuvieron tantas bajas como nosotros. El problema es que a las 10:23 una explosión como las anteriores, ocurrió, destruyendo la mitad de la mansión. Esto claro fue un golpe a la moral del ejército que comenzó a perder la fuerza de lucha.  Durante la hora que duró la batalla, una decena de explosiones alteraron la paz de la ciudad. Todas en los lugares de acceso a la casa. Al finalizar el asedio, aproximadamente a las 11:30 de la mañana, la Antigua y Noble Mansión de la Familia Actecmer no existía más. Nuestra familia había sido reducida a sólo 100 miembros y la ciudad había quedado destruida. Tuvimos que pasar años enteros en lo clandestino, esperando no perecer a manos de nuestros enemigos. Los comunes afirmaron que fueron explosiones hechas por gasolina que estaba atrapada en las alcantarillas y se registró uno de los mayores borrados de memoria de la historia. Nosotros nos cambiamos una casa en el fraccionamiento Revolución. Ahí vivimos hasta que fuimos derrotados, después de tu nacimiento. Esa casa no sé de quién sea ahora, sin embargo dejamos un tesoro para ti, hijo mío. Y ahora que estás en edad de reclamarlo debo darte la dirección exacta de casa. No está protegida con ningún sortilegio, pues ya no tenía caso, sólo esa herencia está protegida por la magia más poderosa que jamás pude conjurar, así que has de tener cuidado. —Dijo el hombre que hablaba. Flammer se quedó en silencio durante más tiempo, observando a su padre.
Hada, quien veía a su novio hablar solo y quedarse en silencio durante bastante tiempo, comenzó a pensar que tal vez no hablaba con la persona correcta. La noche comenzaba a ser menos oscura pero tampoco clara. El tiempo aún era bastante pero se acababa rápidamente. La cajetilla se acababa conforme Flammer hablaba con su padre. Fue pasado un par de minutos que al fin habló.
—Bien, chicos. Parece que estuvimos en el lugar equivocado todo el tiempo. La Mansión Actecmer no existe más. Fue destruida hace años, sin embargo mi padre acaba de darme la información necesaria para encontrar la casa donde vivieron y donde guardaron lo que hemos venido a buscar. Iremos hoy mismo, en la mañana después de desayunar y después, buscaremos a esas ratas de los Hillers y los asesinaremos a uno por uno. —Dijo Flammer, siendo apoyado por todos. Se tomaron del brazo y desaparecieron, cubiertos por una noche envejecida que daba paso a un joven y muy tenue amanecer.

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