viernes, 2 de marzo de 2018

Capitulo LXI; La ciudad de las murallas.


La estadia en Azkaban, aun cuando ya había sido reformada para que fuera mucho más humana, seguía siendo un tormento, y tanto Flammer como Hada lo vivieron en carne propia, pues una de las tantas leyes no escritas dentro de la fortaleza, era que los presos de máxima seguridad como lo eran los dos nuevos llegados, debían ser custodiados día y noche por un dementor. Aunque este no atravesaba los gruesos barrotes que los dividían entre el pobre infortunado y aquella bestia, aún se sentía su espectral frío y la desesperación que este infundía sobre los reclusos. Sin contar que crueldad de la directora era tal, que solo les permitía a todos por igual estar 3 horas en el patio por semana. Así que los primeros días de la joven pareja fueron tormentosos. Hada pasaba sus noches gritando entre sueños, siendo visitada por sus recuerdos más horribles y desgarradores, los insultos de su madre, la ausencia de un padre, el sentimiento de soledad que la atormentó cuando estuvo lejos de sus amigos y todo pesar que vivió cuando era más pequeña. A Flammer, por su parte, el sentimiento de pobreza y soledad que vivian muy arraigados en su mente eran presentes, y al igual que a su amiga, los recuerdos de la ausencia de su familia, la desesperación de cuando vivió en el orfanato Muggle, y mas recientemente, los tormentosos recuerdos de cuando creó su primer horrocrux, que si bien no le daba remordimiento, el revivir el hechizo necesario le era suficiente tortura. Apenas habían pasado un par de días y sus recuerdos felices estaban cada vez colándose más rapídamente de entre sus dedos como el agua. Sin embargo ambos, antes de entrar, leyeron en la biografía de Harry Potter, que contó como Sirius Black había logrado sobrevivir a los dementores “Me atormentaban, pero me salvé de perder la cordura pues sabía que era inocente” y eso mismo hicieron ellos. Con la cabeza alta recordaban todos los momentos de dicha que pasaron, el que no había nada que los atara ahí de por vida y que el que salieran era solo cuestión de tiempo. Así fue como lograron sobrellevar sus primeros días. Cuando los dementores dejaron de ser problema mayor (cuando finalizó la guerra, aun se veían demacrados por su efecto, así que jamás dejaron de serlo) las ladillas y piojos fueron lo que se dio paso. La desesperación era tanta que no podían dormir de noche, lo que daba como resultado un frágil equilibrio mental. Pero cuando llegó el día de poder estar en la superficie, todo cambió, para bien o mal, lo hizo.
Era jueves por la mañana, todos fueron levantados con fríos chorros de agua a las 7 de la mañana. Media hora más tarde fueron llevados a desayunar una masa de harina y agua y posteriormente, a las 8 del día, cuando el frio y la lluvia eran insoportables, fueron lanzados al patio central, donde todos los reclusos se reunían por igual. Ahí había grupos muy notorios, como en toda prisión. Había un enorme número de antiguos mortifagos, entre ellos también figuraban mucho ex miembros del ministerio de magia que apoyaron el régimen de Tom Riddle. También estaban delincuentes mágicos de poca notoriedad, estafadores, ladrones, usurpadores y demás miserias, entre ellos un ya muy viejo Mundungus Fletcher. También estaban magos extranjeros capturados en Inglaterra y para la cereza del pastel, se encontraban aquellos a quien la justicia no hizo caso, se les podría considerar presos políticos que habían desafiado un falso régimen democrático encabezado por Hermione Granger y Harry Potter. Y desde una alta torre de vigilancia, estaba la directora, Pansy Parkinson, observando que todo estuviera en orden junto a varios guardias. Flammer observaba la torre, cuando vio a una andrajosa e irreconocible Hada, cuyo cabello rojo estaba más brillante que nunca.  
—Sabes. —Dijo Flammer, abrazando a la chica con una profunda tranquilidad. —Si no fuera porque sé que todo esto es pasajero, estaría llorando de desesperación.
—Tranquilo… te entiendo a la perfección. Esta semana ha sido la peor de toda mi vida, jamás pensé pasar por un tormento tan horrible.
—Bueno, ya pasará, no hay mal que duré 100 años. Por ello debemos acabar con el suyo antes de ese tiempo. —el muchacho señaló a los demás reclusos quienes comenzabas a observalos.
—Sabes, se me ocurrió una idea, una excelente para llamar la atención y lograr hacernos notar, ¿me sigues?
—Por supuesto, sabes que no hay dudas de que hacemos lo correcto. —Flammer sonrió y Hada se alejó de él, con camino a una mujer bajita, de cabello muy sucio y una enorme cara de sapo.
—Disculpe la incomodidad. —Dijo Hada, mientras Dolores Umbridge la volteaba a ver. — ¿Es usted la Madam Subsecretaria?
—Veo que sabes reconocer a alguien de altísimo nivel solo con verlo, ¿verdad que aun tengo mi porte y por ello sabes quien soy?
—Oh, para nada. De hecho se ve como el muggle más arruinado, realmente la reconocí porque en su mirada y sus recuerdos aún se logra apareciar la experiencia más traumática de su vida. —Dolores abrió los ojos como platos, asustada e inmóvil por completo.
—No tengo idea de que hablas, querida. Yo no tengo nada que esconder.
— ¿Segura? Porque sus ojos no ocultan el miedo que siente a los hibridos… específicamente centauros… ¿la golpearon, secuestraron? ¡No! La violaron, por Merlin, eso fue. —Hada la observaba mientras Umbridge estaba pálida, pero esto comenzaba a llamar la atención de otros antiguos miembros.
— ¿Quién eres y que le dices a Umbridge? —Rookwood se acercó rápidamente, de forma imponente poniéndose entre la antigua Madam Subsecretaria y la chica pelirroja.
— ¿Quién soy? Vaya que uno de los prinicapales tormentos de este lugar es que no les permiten tener contacto con el mundo exterior y aun más horrible que ni siquiera les avisan quienes son los nuevos y bajo que delito llegan. —Contestó la chica, plantada ahí y sin moverse.
—En las prisiones muggle —Flammer comenzó a hablar, mientras caminaba hacia donde estaba Rookwood y los demás, haciendo que muchas miradas, incluyendo la de la directora y varios guardias, se voltearan a él. —es algo muy común que cuando llega alguien, los mismos guardias digan que delitos cometieron. Por ejemplo, cuando un violador llega, los centinelas avisan y su primer noche los dejan en celdas donde hay otros acusados por el mismo crimen, ¿y saben que les pasa? Bueno, no hay que ser un genio para averiguarlo.
—Entonces lárguense a vivir con los muggles si tanto les gusta el como hacen las cosas. Aquí solo hay magos respetables.
—¡Oh! ¿Pero es que no lo saben? —Dijo Hada en una suave y dulce voz, como si reprendiera a un puñado de niños pequeños. —Magos y muggles ahora conviven de forma pacífica. Sean vuelto aliados unos de otros para lograr un rápido y armonioso progreso en pro de la humanidad.
— ¡Mientes! —Gritó Dolores, quien comenzaba a perder su juicio. —Y las mentiras son algo repugnante.
—No, señora Subsecretaria. —Dijo Flammer, parándose al lado de Hada. —No mentimos. De hecho ella y yo orquestamos la caída del Estatuto Internacional del Secreto, ¡y ni siquiera se dio cuenta el ministerio! Los muggle ahora caminan con nosotros, comen con nosotros, nosotros vamos a sus centros y antes de llegar aquí, se ofreció que un grupo de personas sin magia conociera el Callejón Diagon. —Flammer se calló, mientras cientos de murmullos de todos los prisioneros se hacían eco uno a otros.
—Entonces ahora más que nunca el objetivo del Señor Tenebrosa se ha visto acabado. ­—Dijo la voz de un hombre entre la multitud, con total desaliento.
—No. —Afirmó de manera muy firme Hada, dando de un par de pasos atrás junto a Flam. —Magos y brujas, el sueño de Lord Voldemort no ha muerto, como tampoco lo hizo nunca el de Gallert Grindelwald y mucho menos ahora, el de Flammer Actecmer y Hada Sophia Delacour. Nosotros estamos aquí por una razón…
— ¡Sí! La de callarse y obedecer únicamente. —Panky Parkinson se acercaba a paso firme a la multitud, seguida de 5 magos con varitas en lo alto y 3 dementores al final. — ¡Se acabó la hora de patio! Todos a su celda si no quieren que se les de el beso del dementor. Menos ustedes dos. —Dijo señalando a Flammer y Hada, seguido de una seña de que la siguieran y apenas dieron un paso adelante, un guardia los pateó. La siguieron por un largo y húmedo pasillo seguido de unas largas escaleras hasta llegar a la torre norte de la fortaleza, precisamente hasta el final donde se encontraba un despacho bastante bien iluminado, cálido y muy bien adornado. Parkinson se sentó y ordenó a los guardias y dementores que esperaran afuera. Cerró la puerta y lanzó un par de hechizos a esta.
—No crean que no sé quiénes son. —La directora hizo aparecer una taza de café de la cual comenzó a beber. —Debo confesar que desde que los oí mencionar por primera vez no supe si sentir asco o admiración. Una híbrido, un sangre pura criado entre muggles, otro sangre limpia y una chica de rastros desconocidos. Oh sí, Hada y Flammer, conozco bien a sus amigos y ustedes. Primero los tomé como criminales baratos, de poca monta. Despreciables desechos de la sociedad mágica, basura por no decir mas. Pero después llegó las noticias de su actuar en México, ¿podría ser que estuvieran en búsqueda de conocimiento más allá de nuestras fronteras? Me pareció una posibilidad, y más por haber acabado casi en su totalidad con una antigua familia mágica. Y fue ahí cuando investigué más sobre los Hillers y los Actecmer. Pero no logré encontrar relación, y lo de San Mungo solo me hizo sentir más asco y repudio hacia ustedes. Y no se diga lo de la Fortaleza Gris. Pensé que solo eran alborotadores muy peligrosos y fuertes. Y después llega lo del Estatuto del Secreto. Fue ahí cuando entendí que ustedes buscaban algo más que riqueza… ¿Dominación sobre ambos mundos? Podría ser, pero tomaron una vía diferente, sutil y peligrosa; lo dejaron a manos de políticos. Que si bien ustedes son quienes manejaban los hilos, jamás se debe descartar que estos se enreden. Pero les salió bien. Y bueno, ahora están aquí, queriendo reclutar antiguos mortifagos. Un plan excelente, con la única falla que no se los permitiré.
—¿Y bueno, acaso le pedimos permiso? —Dijo Flammer de forma irónica.
—No, desde luego que no. Sin embargo, dudo que alguien muerto y la otra sin alma lo logren. —Con un movimiento de varita hizo que la puerta se abriera dejando pasar 3 guardias. —Ustedes 2, el señor Actecmer tendrá un accidente en el patio C, cayó al mar, justo donde están las rocas… Ya saben que hacer. Y la señorita Delacour sufrió del Beso de forma accidental. —Los guardias entraron y arrastraron a Hada y a Flammer.
—Te veré del otro lado, Hada. —Flammer le sonrió y la chica igual. Los llevaron por caminos diferentes. A Flammer lo condujeron por más pasillos hasta que llegaron a un pequeño patio, donde no había protección para caídas.
—Bueno, Flammer Actecmer —Dijo uno de los guardias. —Hasta aquí llega tu historia y la de tu amiga. Me habría encantado ser parte de tus filas, pero bueno, alguien más llegará. —E       l guardia le dio la vuelta, lo miró a los ojos y lo lanzó al vacio.

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