jueves, 23 de marzo de 2017

Capítulo LIII; Arthur Weasley

Hubo muchas cosas que Flammer siempre hacía por su cuenta, otras veces con ayuda de manera pacífica y en algunas ocasiones, de plano la violencia era a lo que recurría, pero siempre idealizado a cumplir su objetivo, y aquella vez no fue nada diferente. Era una noche fría de diciembre de 2021. Aquella vez, sólo fuimos Hada, Flammer y yo a realizar un encargo que, según él, sería una pieza clave en el movimiento que estábamos comenzando y sólo había una persona capaz de hacer que eso fuera por buen camino, así que ahí estábamos. El año 2021 pasó tan rápido, considerando que los 3 trimestres iniciales los pasamos en el extranjero y el último en la preparación de los ejércitos que estaban a la espera de órdenes, bajo una total discreción para que ningún ministerio sospechara, fue una tarea agotadora, pero ahora llegaba, según Flam, la parte elemental, lo que haría que todo fuera más sencillo o se complicara y tuviéramos que recurrir a los antiguos métodos de Voldemort.
Estábamos sentados los tres frente a un café en la Londres muggle, esperando a alguien a Flammer citó. Se negó a darnos más explicación, o al menos a mi no me las dio, porque Hada al menos se portó de acuerdo a lo que estaba por suceder.
— ¿Seguro que vendrá?—Le pregunté al chico, quien estaba fumando con los ojos clavados al cielo.
—Por supuesto. Estoy completamente seguro que lo hará.
—Nadie puede asegurar la reacción humana, Flammer, y tú lo sabes. —Le dije, algo molesta porque ni siquiera tenía la educación de verme al hablarle.
—Mira, Bella. —Habló Hada, quien también estaba fumando. — Sí nos hemos arriesgado a venir hasta aquí, expuestos en su totalidad, con el riesgo de que nos detecte alguien, es porque tenemos la seguridad, ¿no?
—Sí, pero por eso pregunto, es una imprudencia…
— ¡Ya! Miren, ahí se ve. —Dijo Flam, señalando hacía la acera donde una cabeza con algo de cabello pelirrojo se aproximaba a nosotros. De primer momento no lo reconocí, pero al verlo, me pareció aun más extraño todo. Flammer se puso de pie, saludó de mano y le invitó a tomar asiento.
—Es una maravilla que haya aceptado venir, señor Weasley.
—Pues no creas que para mi es algo muy grato estar rodeado de delincuentes. —Dijo Arthur Weasley, un veterano de guerra, a quien los años ya le habían caído, pero aun para su edad, aun se notaba fuerte y estable.
—No es para tanto, señor, sin embargo no negaremos que hemos cometido un par de travesuras. —Flammer dio una pequeña risotada y continúo. —Pero todo ha sido por un noble objetivo, y es exactamente por lo que lo he hemos citado hoy, especialmente aquí.
— ¿Noble objetivo? Nadie ha logrado saber nunca por qué han matado de manera indiscriminada, el porqué de los ataques que hicieron a San Mungo y más cosas.
—Oh, señor Weasley, sí, no le voy a negar que eso fue una imprudencia de nuestra parte, pero ha sido para poder llegar a un objetivo en común que aseguro usted compartirá con nosotros.
—Yo jamás estaré en acuerdo con magos tenebrosos.
—No, señor Weasley. —Dijo Hada. —No somos magos tenebrosos, somos buscadores de conocimiento. —Miró a Flammer quien sonrió y ella siguió. —Verá, lo hemos hecho venir a un café muggle porque usted, como nosotros, no comparte esos prejuicios contra la comunidad no mágica. Ya no hablemos de magos y brujas nacidos de muggles, sino de gente sin poderes extraordinarios. Vea a su alrededor y podrá comprobar que esta sociedad es más avanzada de lo que los cegados ojos de la comunidad mágica quiere ver, ¿o me negará, que usted siendo funcionario del ministerio no ha notado como los demás magos ven aun como si fueran los muggles idiotas?
—Sí, en eso tiene razón, señorita Delacour, pero aún sigo sin entender que es lo que quieren.
—Verá, Señor Weasley, nosotros queremos que la comunidad mágica y muggle puedan compartir sus conocimientos mutuamente. Nosotros nos las arreglamos todo con magia, eso nos facilita todo, desde las tareas de limpieza hasta el transporte, pues tenemos escobas y transladores, pero sabía usted, por ejemplo, que una comunidad de científicos alemanes, que son personas que se dedican a la investigación de todo lo que no es mágico, ha logrado simular la aparición.
— Eso es imposible. La única forma en que se logra aparecer es mediante magia. —Afirmó el señor Weasley, quien se comenzaba a mostrar menos defensivo.
—Es verdad. —Dijo Flammer. —Lo han logrado. Yo he vivido con muggles, sé los campos que estudian y como lo lograron. No soy ningún erudito en ninguna disciplina de la ciencia, pero leo lo bastante para entenderlas, por eso sé que lo han hecho. Y si desea, puedo explicarle aun con más detalle todo eso, pero ahora concentrémonos en lo que nos reúne hoy. Verá. —Sacó la varita y levantó un encantamiento mufflito. —nosotros tenemos la idea de que los prejuicios de los muggles hacía la magia han quedado en el pasado. Ya no buscan soluciones mágicas sino prácticas. Buscan mejorar e innovar. Los muggles son más listos de lo que piensa, por eso creemos que ambas sociedades pueden convivir en armonía, dejar de escondernos, llevar una vida en conjunta, desde luego de una manera independiente cada uno, pero sí en un apoyo mutuo.
—Eso es sencillamente imposible. —Negó Arthur, con una ligera muestra de tristeza. —Para lograr eso, debe revocarse el estatuto internacional del secreto, una decisión unánime del congreso mágico internacional.
—Eso resultaría imposible, sí, si lo propusiera cualquier persona, señor. Por eso lo hemos llamado a venir hoy.
— ¿A qué se refiere?
—Verá; si cualquier mago presentara eso, lo considerarían un idiota, un traidor o un conspirador. Pero si en su lugar, ese mago es un respetado miembro de la comunidad mágica, veterano de guerra contra Riddle, arduo defensor de las buenas relaciones entre magos y muggles, así como la eliminación de leyes que favorecían a los sangre puras, siendo él mismo uno, será tomada a consideración. —Dijo Flammer y el señor Weasley saltó de la silla, haciendo que esta cayera.
— ¿Me está pidiendo que use mi nombre para promover un intento de retiro del estatuto internacional? —Gritó el señor Weasley. Flammer, permaneció sentado.
—Por favor, mantenga la calma. No es tan malo como suena. No le pido que sea sólo una imagen. Si usted acepta, señor Weasley, pasará lo siguiente; irá al Wizengamot y lo propondrá. Dada a la importancia de eso, será estudiado y usted saltará a la fama. La ley será estudiada y gracias al peso que ganará en apoyo, se hará realidad. Y con eso no buscamos afirmar una superioridad, sino despolarizas los misterios muggles y mágicos. O me dirá que jamás se ha sentido intrigado por saber cómo han logrado prosperar tanto sin magia.
—Pero es que aun así es imposible. Es simplemente inviable.
—No, no lo es. No con su ayuda. —Flammer miró al señor Weasley, quien mostraba entusiasmo y nerviosismo. Hada, sólo miraba.
—Bien… lo haré. Prestaré ayuda con la condición de que nadie sepa que ustedes están detrás de esto.
—Ande sin cuidado. —Dijo Hada. —Si alguien lo supiera, jamás lograríamos que pasara. Ahora, señor Weasley —La chica sacó una Tablet de su bolsa y explicó cómo usarla, paso a paso a Arthur. —Aquí tiene todo lo que necesita saber de como actuaremos, que es lo que buscamos para eliminar el estatuto y en que se basará para hablar. También, como un extra y gracias a una intensa investigación, le hemos dejado un par de artículos explicando como funciona un motor de combustión interna, como vuela un avión y como funciona el sistema de transportación de partículas tridimensional, o la desaparición muggle.
—Muy bien, señor Weasley, con su permiso. Fue un placer hablar con usted. —Ambos se levantaron y dieron la mano. Salimos de ahí y cuando estuvimos en un lugar prudente, desaparecimos.  

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